Por los pequeños hijos de Dios
Advent | Day 4
Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de César Augusto, para que se hiciera un censo de todo el mundo habitado. Este fue el primer censo que se levantó cuando Cirenio era gobernador de Siria. Y todos se dirigían a inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad. Y también José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, para inscribirse junto con María, desposada con él, la cual estaba encinta.(Lucas 2:1-5)
¿Alguna vez pensó cuán increíble es que Dios haya predestinado que el Mesías naciera en Belén (como anticipa la profecía de Miqueas 5); y que también haya decretado que, cuando llegara el tiempo, tanto la madre del Mesías como su padre legal estuvieran viviendo en Nazaret; y que, para cumplir con su palabra y hacer que aquellas dos pequeñas personas llegasen a Belén para esa primera Navidad, Dios pusiese en el corazón de César Augusto el deseo de hacer un censo de todo el imperio romano para que cada persona se registrase en su propio pueblo de origen?
¿Alguna vez se sintió, al igual que yo, pequeño e insignificante en un mundo poblado de siete mil millones de personas, donde todas las noticias tratan de grandes movimientos políticos, económicos y sociales, o de personas destacables llenas de poder y prestigio?
Si la respuesta a esa pregunta es sí, no se sienta triste ni desanimado. Las Escrituras dejan entrever que todas las gigantescas fuerzas políticas y todos los enormes complejos industriales, sin siquiera saberlo, están siendo guiados por Dios, no para obtener sus propios fines, sino por causa de los pequeños hijos de Dios: personas pequeñas como María y José, que tienen que ser llevados de Nazaret a Belén. Dios dirige imperios para bendecir a sus hijos.
No piense que, porque está atravesando adversidades, la mano de Dios se ha acortado. No es nuestra prosperidad, sino nuestra santidad lo que él busca de todo corazón. Con ese fin, él gobierna el mundo entero. Así lo expresa Proverbios 21:1: «Como canales de agua es el corazón del rey en la mano del Señor; Él lo dirige donde le place».
Él es un Dios grande para gente pequeña. Tenemos grandes motivos para regocijarnos: sin saberlo, todos los reyes, presidentes, primeros ministros y cancilleres del mundo cumplen los decretos soberanos de nuestro Padre que está en los cielos para que sus hijos seamos conformados a la imagen de su Hijo, Cristo Jesús.