Cinco maneras de reconfortar a los santos de tu vida
Mientras leía la carta de Pablo a Filemón esta semana, encontré un tema que no había visto antes. Esta carta contenía instrucciones sobre cómo reconfortar a los santos.
Filemón era una persona reconfortante. Cuando Pablo pensaba en Filemón, pensaba en el gozo y consuelo que Filemón le había dado a él y a otros:
- Pues he llegado a tener mucho gozo y consuelo en tu amor, porque los corazones de los santos han sido confortados por ti, hermano*. (Filemón 1:7)
Esas palabras, ¿no te hacen querer ser como Filemón? ¿No deseas ser motivo de gozo y consuelo para los demás? En esta «tierra seca y árida» (Salmos 63:1), ¿no te gustaría ser un oasis de aguas vivas (Juan 7:38) para los santos sedientos?
Eso es lo que Jesús quiere que seamos. Él dijo:
Y cualquiera que como discípulo dé de beber aunque sólo sea un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, en verdad os digo que no perderá su recompensa. (Mateo 10:42)
El ministerio del consuelo es tan importante para Jesús que él quiere que sepamos de la recompensa que hay para el que lo da.
Y en Filemón, Pablo nos habla de cinco maneras de reconfortar a los santos.
1. Ama a Jesús y confía en él
Oigo de tu amor y de la fe que tienes hacia el Señor Jesús. (Filemón 1:5)
«¡Amad al Señor, todos sus santos!» (Salmos 31:23). Dios es amor (1 Juan 4:8) y, por lo tanto, el amor es de Dios (1 Juan 4:7). Sólo cuando amamos a Dios por sobre todo y confiamos plenamente en él es cuando tenemos los recursos para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Lucas 10:27). Nuestro profundo amor por el Señor Jesús y nuestra plena confianza en él será lo que más consuele a nuestros hermanos y hermanas. Sólo el agua que Jesús da sacia la sed del alma humana (Juan 4:13-14) y sólo se la podemos dar a otros cuando la estamos bebiendo nosotros mismos.
2. Ama a los santos
Porque oigo de tu amor… hacia todos los santos. (Filemón 1:5)
Hablar es muy fácil. Actuar normalmente no. Es por eso que Juan dice: «no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad» (1 Juan 3:18). En términos prácticos, confortemos a los santos de nuestra vida supliendo sus necesidades con todo recurso que Dios nos haya dado (1 Juan 3:17). Sí, démosles palabras de vida eterna (Juan 6:68), pero amémosles también rindiendo nuestras vidas por su gozo (1 Juan 3:16).
Al decir «los santos de nuestra vida» me refiero sobre todo a los que están en nuestras iglesias. Mientras que tenemos en cierta medida la responsabilidad de reconfortar a los santos necesitados de otras partes del mundo (ver 2 Corintios 9), somos los principales responsables de ayudar a los que están en nuestra comunidad de fe, en donde Dios nos ha puesto.
3. Comparte tu fe (con los santos)
Y ruego que la comunión de tu fe llegue a ser eficaz por el conocimiento de todo lo bueno que hay en vosotros mediante Cristo. (Filemón 1:6)
Hablar puede ser fácil, pero tiene un valor incalculable cuando a través de nuestras palabras compartimos una fe real. Compartir nuestra fe no es sólo evangelizar. Compartimos nuestra fe cada vez que señalamos a alguien la fuente de nuestra esperanza (1 Pedro 3:15), y los santos cansados a veces necesitan el refrigerio de nuestra fe compartida. Compartir es como el episodio de los panes y los peces. Cuanto más compartes, más fe hay. ¡Así que comparte con liberalidad!
- Libera a los miembros de tu familia para que sirvan en el Reino
A quien hubiera querido retener conmigo, para que me sirviera en lugar tuyo. (Filemón 1:13)
Pablo escribió esta carta para hacer saber a Filemón que su siervo pródigo, Onésimo, era ahora un hermano en Cristo y que Filemón debía extenderle la gracia de Cristo. Pero no sólo eso. También dejó en claro que Onésimo era de gran ayuda en el ministerio de Pablo y que Filemón no debía pensar primeramente en los derechos o necesidades de su propia familia sino en las necesidades del Reino.
Para nosotros, una forma de poner este principio en práctica es soltar a los miembros de nuestro hogar por el consuelo de los santos incluso si esto supone para nosotros un sacrificio personal y una molestia.
5. Haz de tu casa una embajada
Prepárame también alojamiento. (Filemón 1:22)
El hecho de que Pablo hiciera esta petición nos dice algo sobre Filemón; en concreto, que mostraba hospitalidad sin quejarse (1 Pedro 4:9). Somos embajadores de Cristo (2 Corintios 5:20). Así que, como cristianos, nuestros hogares no son nuestros castillos sino nuestras embajadas. Dios nos los ha dado para reconfortar a los santos y ayudar a los no creyentes a llegar a ser «conciudadanos de los santos» (Efesios 2:19). Hagamos de nuestros hogares un oasis.
Oh, el precioso e inestimable ministerio del consuelo. Cuán desesperadamente se necesita. Estamos rodeados de hermanos y hermanas cansados que están luchando con todas sus fuerzas en la guerra espiritual (Efesios 6:12), en un campo de batalla en un mundo fútil (Romanos 8:20). Sí, hay momentos para reprender y corregir (2 Timoteo 3:16), pero la mayor parte del tiempo lo que necesitan nuestros hermanos y hermanas es apoyo.
Así que hagamos que nuestro objetivo sea reconfortar a los santos y escojamos hoy una forma práctica de hacerlo.