Cinco consejos para memorizar la biblia
Memorizar las Escrituras no solo nos moldea, sino que también nos guía a saber reconocer la voz del Señor. A medida que escuchamos la voz del Pastor una y otra vez, nos acostumbramos a su timbre y entonación. Cuanto más escuchamos su acento y lo memorizamos, más preparados estaremos para reconocer su voz y seguirlo cuando nos llama. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27).
El proceso de memorizar puede llegar a ser una importante oportunidad para asegurarnos de no rechazar al que habla (Hebreos 12:25). Aquí van cinco simples consejos para ejercitar una nueva manera de memorizar las Escrituras en el mes de febrero.
1. Diversificar las selecciones
Se pueden memorizar libros o capítulos completos (Romanos 8 es un buen punto de partida, o Filipenses 3), también secciones largas o secciones claves. Mi preferencia a lo largo de los años han sido las secciones claves (digamos entre siete u ocho versículos, como Tito 3:1-7), con las que me encuentro a medida que sigo mi plan de lectura de la Biblia. Normalmente es una sección que encuentro tan rica, que meditarla solo unos minutos sería muy inadecuado. Para disfrutar más del beneficio del pasaje, necesito memorizarlo. (Si desea comenzar con un pasaje clave intente con Colosenses 1:15-20; Juan 1:1-14; Hebreos 1:1-4; Filipenses 2:5-11 o esas listas cortas llamadas “pasajes del Evangelio” y “versículos del Evangelio”)
2. Llevarlo encima durante el día
Escríbalos o haga que estén accesibles de manera prominente en su teléfono. No aconsejaría limitarse a memorizar solo en un determinado momento del día, sino a soltar los versículos en toda su vida. Escúchelos grabados en su automóvil, o léalos en un papelito mientras espera en una fila. Ponga los textos en la pantalla de inicio, de forma que los vea mientras revisa su smartphone.
3. Buscar entender, sentir y aplicar
Resista el impulso de que su única meta sea memorizarlos. Aprender el versículo de memoria es secundario, guardarlo en el corazón es primordial. No memorice sin meditar, entienda el texto. No solo sus implicaciones en la vida cotidiana, sino los efectos que deberían provocar en su corazón.
4. Convertir los versículos en oración
La oración personal o en grupo es un momento ideal para practicar lo que se ha memorizado y experimentar un nuevo ángulo, al enfocar lo memorizado en Dios y expresar su importancia a los demás.
5. Memorizar a la luz del evangelio
Finalmente, permitamos que la verdad de Colosenses 3:16 dé forma a nuestra manera de memorizar. “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros”. La “Palabra de Cristo” aquí o “el Mensaje de Cristo” no se refiere primordialmente a las Escrituras, sino al Evangelio. En otras palabras, memoricemos a la luz del Evangelio.
Memorizar las Escrituras, en sí mismo, no es necesariamente cristiano. Jesús habló con líderes judíos que habían memorizado más del Antiguo Testamento de lo que cualquiera de nosotros haremos jamás, sin embargo les dijo: “Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida”. (Juan 5:39-40, LBLA). Y Pablo dijo acerca de los judíos que conocían las Escrituras en profundidad:
Pero el entendimiento de ellos se endureció; porque hasta el día de hoy, en la lectura del antiguo pacto el mismo velo permanece sin alzarse, pues sólo en Cristo es quitado. Y hasta el día de hoy, cada vez que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones; pero cuando alguno se vuelve al Señor, el velo es quitado. (2da Corintios 3:14-16)
Ya sea que memoricemos versículos del Antiguo Testamento o del Nuevo, nuestra necesidad una y otra vez es volvernos al Señor. En nuestra memorización, ya sea libros enteros, o pasajes, o versículos aislados, siempre hemos de tener en mente la gran lección de Jesús en Lucas 24 que habla acerca de la interpretación de la Biblia: “Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras”. (Lucas 24:27); “Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras”, y que “era necesario que se cumpliera todo lo que sobre mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”. (Lucas 24:44-45).