Cinco beneficios acerca de la adoración congregacional
Adorar juntos a Jesús puede ser una de las cosas más importantes que hacemos. Juega un indispensable papel en volver a encender nuestro fuego espiritual y mantenerlo encendido. El culto congregacional reúne la Palabra de Dios, la oración y la comunión y también viene a ser el más importante medio por el cual la gracia de Dios fluye en la vida de un cristiano.
Pero creer que la adoración es un medio en sí mismo podría ser peligroso. La verdadera adoración es fundamentalmente una experiencia del corazón, y no un medio para alcanzar otra cosa. Por lo tanto es importante distinguir entre cuáles beneficios nos motivarían a reunirnos para adorar regularmente en la congregación y cuál es el enfoque que nuestra mente y nuestro corazón deberían buscar en ese momento.
Según Don Whitney, "Existe un elemento en la adoración y en el cristianismo que no se puede experimentar adorando en privado o viendo la televisión. Existen una clase de gracias y bendiciones que Dios otorga solamente cuando estamos juntos reunidos con otros creyentes" (Disciplinas Espirituales, 92). Seguramente se podrían dar muchas más, pero aquí van cinco "gracias y beneficios" que se experimentan únicamente en el contexto de la adoración congregacional.
1. Despertar
A menudo entramos en la adoración congregacional sintiéndonos como con una niebla espiritual. Durante una semana muy dura y difícil, los golpes de la vida real en un mundo perdido podrían desorientarnos drásticamente acerca de la realidad y de lo que verdaderamente es importante. Necesitamos aclarar nuestra mente, recalibrar nuestro espíritu y arrancar nuestro lento corazón. Martin Lutero encontró en la alabanza congregacional un poderoso despertar a su fuego espiritual: "En casa, en mi propio hogar, no existe esa calidez o vigor en mí, solo en la iglesia cuando toda la multitud se reúne, el fuego se enciende en mi corazón e irrumpe desde dentro".
Aún mejor que Lutero es la experiencia del salmista inspirado. En el salmo 73, comienza desesperando por la prosperidad de los malvados (versículos 2-15). Pero la niebla se dispersa a medida que se acerca conscientemente a la presencia de Dios: "Cuando pensaba, tratando de entender esto, fue difícil para mí, hasta que entré en el santuario de Dios; entonces comprendí el fin de ellos" (Salmo 73:16-17) (LBLA).
Él estaba abatido. La niebla espiritual era espesa. Pero el despertar vino en el entorno de la adoración. La cual luego desencadena en la expresión culminante de alabanza: " ¿A quién tengo yo en los cielos, sino a Ti? Fuera de Ti, nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre". (Salmo 73: 25-26)(LBLA).
¿Cuántas veces encontramos que este pensamiento es cierto también para nosotros? En vez de permanecer alejados de la alabanza congregacional cuando nos sentimos aletargados, precisamente es el despertar de la adoración lo que más necesitamos. Cuando nuestros corazones se sienten vacíos necesitamos recordarle a nuestra alma: "Para mí, estar cerca de Dios es mi bien" (Salmo 73:28) (LBLA).
2. Seguridad
Otro beneficio es la dinámica comunitaria− que significa no solo satisfacer nuestros propios deseos de pertenecer y compartir la misión (comunión) sino también proveer un aumento de nuestra seguridad.
Mientras muchos de nosotros admiramos personajes como Atanasio y Lutero que se plantaron en contra del mundo, solos, (contra mundum), debemos recordar que Dios dijo que no es bueno que estemos solos (Génesis 2:18). Estos héroes fueron producto de días extremadamente difíciles e inevitablemente sus historias han sido un poco olvidadas en la memoria colectiva con el paso del tiempo. Ni Atanasio ni Lutero estuvieron solos en la lucha, sino que fueron parte de comunidades que los amparaban y sostenían en sus radicales y no populares creencias.
Y lo mismo con nosotros. No fuimos creados para estar solos sin compañeros. Aún en tiempos de dificultad como los de Elías, Dios le entregó siete mil que no abandonaron la fe (1 Reyes 19:18). Dios nos hizo para funcionar en comunidad− y la llamó "la iglesia"− y ser parte de esta comunidad local y global juega un papel importante asegurándonos, no sólo en que no estamos engañándonos a nosotros mismos en pretender que nuestra profesión es creíble sino también en que sabemos verdaderamente en quién hemos creído (2 Timoteo 1:12)
La adoración en nuestra iglesia local nos lleva a mirar la adoración de la iglesia universal y que Jesús tiene un pueblo formado por muchas naciones y un día incluirá todas las naciones (Apocalipsis 7:9).
3. Crecimiento
La adoración congregacional es parte indispensable en nuestra santificación—en nuestro crecimiento progresivo de ser conformados a la imagen de Cristo (Romanos 8:29). La adoración congregacional es para nuestra propia edificación, exhortación y consolación (1 Corintios 14:3) y también, al contemplar a Jesús juntos, "...estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria" (2 Corintios 3:18).
El crecimiento espiritual no es algo que se saca de aplicar un sermón y trabajarlo en nuestras vidas esa semana. Como Tim Keller afirma, la santificación puede suceder "ahí mismo" mientras nos sentamos durante la predicación del evangelio y nos involucramos en la adoración congregacional. Existen momentos− quiera Dios que sean muchos − en los que el Espíritu Santo toma la palabra leída, la oración dicha, la canción cantada por el coro o la verdad predicada y presiona justo en el punto que más necesitamos, no sólo como una mera información acerca de nuestro caminar en el Señor, sino como sanidad en ese preciso momento.
Cuando nos reunimos a adorar en adoración, a Dios le gusta no solo cambiarnos mentalmente sino también cambiar nuestro corazón "ahí mismo".
4. Aceptar el liderazgo de otro
Una diferencia importante entre la adoración en público y la adoración privada es la posición de nuestra iniciativa. La adoración en la congregación nos recuerda que nuestra fe es fundamentalmente recepción y no algo que iniciemos nosotros. En nuestros devocionales privados nos lideramos en cierto sentido. La adoración en grupo nos hace recibir el liderazgo de otros cristianos.
En la adoración privada nosotros estamos en el asiento del conductor. Nosotros decidimos qué versículos leer, cuándo orar, qué orar, cuánto tiempo pasar recorriendo la Biblia y meditando en la Palabra, qué canciones escuchar o cantar, qué verdad del evangelio predicarnos a nosotros mismos y qué aplicaciones considerar. Pero en la adoración en la iglesia, nosotros respondemos. Otros predican, oran y eligen las canciones y deciden la duración de cada actividad. Nosotros sólo nos posicionamos para recibir.
Es bueno tomar esas decisiones en nuestros propios devocionales, pero también es positivo para nosotros practicar el adorar a Dios cuando otros hacen las selecciones. La adoración congregacional demanda una disciplina de nuestra parte para responder y no sólo buscar a Dios según nuestros propios términos. Es una oportunidad para dejarnos liderar y no tomar siempre el liderazgo.
5. Un gozo acentuado
Por último, pero no menos importante, es la elevada alabanza que se alcanza con la congregación. Nuestro propio asombro es acentuado, nuestra adoración aumenta, y nuestro gozo se duplica cuando adoramos a Jesús juntos.
Como dice un viejo proverbio sueco, la alegría compartida es doble alegría. En la adoración congregacional las "gracias y beneficios" que disfrutamos de manera única no son solamente el despertar, seguridad, avance, y aceptación del liderazgo de otros sino también el gran gozo de una adoración más rica, profunda y asombrosa porque nuestro deleite en Jesús se expande a medida que lo magnificamos todos juntos.
El secreto del gozo en la adoración congregacional no es sólo el olvidarnos de nosotros mismos− o , para ponerlo positivamente, la preocupación en Jesús y su gloria− sino también la grata toma de conciencia de que no estamos solos en la satisfacción de nuestras almas en Él.