Fe para el futuro
Pues tantas como sean las promesas de Dios, en Él todas son sí. (2 Corintios 1:20)
Si «tantas como sean las promesas de Dios, en [Jesús] todas son sí», entonces confiar en él ahora en el presente es creer que sus promesas se harán realidad.
No se trata de dos tipos de fe separadas: confiar en él y creer en sus promesas. Creer en Jesús es creer que él cumple su palabra. Estar satisfechos en el Jesús crucificado y resucitado incluye el creer que, en todo momento futuro y hasta la eternidad, nada nos separará su amor o impedirá que él haga que todas las cosas ayuden para nuestro bien.
Sumando todo esto, yo diría que la belleza espiritual que necesitamos abrazar es la belleza de Dios que estará a nuestra disposición en el futuro, garantizada para nosotros por la gloriosa gracia del pasado.
Necesitamos saborear ahora la belleza espiritual de Dios en todas sus victorias pasadas —en especial en la muerte y resurrección de Cristo por nuestros pecados— y en todas sus promesas. Nuestra seguridad y confianza deben estar en todo lo que Dios mismo hará por nosotros en el próximo instante, y en el próximo mes, y por los siglos infinitos de la eternidad: «la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo» (2 Corintios 4:6).
Él y solo él es quien satisfará nuestra alma en el futuro. Y es el futuro el que tiene que estar garantizado y satisfecho con riquezas espirituales de gloria, si hemos de vivir la vida cristiana radical que Cristo nos llama a vivir aquí y ahora.
Si nuestro deleite presente de Cristo ahora —nuestra fe actual— no incluye el sí para todas las promesas de Dios, entonces no abrazará el poder para el servicio radical en la fuerza que Dios (a cada momento en el futuro) suplirá (1 Pedro 4:11).
Mi oración es que reflexionar de esta manera sobre la esencia de la fe nos ayudará a evitar caer en afirmaciones superficiales y simplistas acerca del creer en las promesas de Dios. Es algo profundo y maravilloso.