El aceptar la debilidad le cambiará la vida
Aquiles era un guerrero feroz con una historia complicada En la Ilíada de Homero, lo vemos llegar a ser el protagonista principal al final de la guerra de Troya. La historia detrás de este personaje es lo suficientemente melodramática como para hacer que se ruborice el programa de TV "Downtown Abbey", pero basta con decir que no había absolutamente nadie como él. Aquiles presentaba a la vez dos características: estar ebrio de ira, y ser un perfeccionista meticuloso en lo que respecta su habilidad de líder militar de los griegos cuando los guiaba a la batalla. Pero la mayoría de nosotros probablemente sólo lo conocemos por su talón.
Si bien Aquiles no muere en la historia de Homero, la leyenda Griega dice que más tarde sufrió una herida en la parte trasera del pie. El "talón de Aquiles" como se le conoce hoy en día, se ha transformado en uno de los dichos más populares en la civilización Occidental en referencia al punto débil de un individuo, y que eventualmente lo hará caer.
Sin embargo, esta idea viene de la mitología Griega, y no de una realidad Cristiana.
La sabiduría de Dios nos otorga una imagen distinta. Los creyentes, no tenemos un talón de Aquiles - mas bien somos el talón de Aquiles.
Lo que quiero decir es que la mitología Griega nos muestra a un guerrero invencible con una flaqueza que al ser explotada, lo llevó a la derrota; por otra parte, la realidad Cristiana nos muestra a un siervo dependiente, con una debilidad profunda- que cuando esta es aprovechada le lleva al triunfo.
He aquí nuestra historia. Este es el sendero que nos marca el Señor Jesús ( 1ra. de Pedro 2:21). Un héroe murió por los criminales. La victoria se obtuvo a través de la pérdida. De la muerte nació la vida. Mediante el sufrimiento, se obtuvo la conquista. La noche más oscura de la historia dio paso al amanecer más brillante. En la economía de Dios, nuestra debilidad es uno de nuestros mejores recursos.
¿Qué es la Debilidad?
¿Qué significa debilidad? Esta palabra tiene un significado tan general que antes de seguir adelante, debemos de dar algún tipo de definición. En primer lugar, tengamos claro qué no es debilidad. El concepto bíblico de debilidad no se refiere a aquellas cosas en las cuales no somos hábiles. Es una tentación pensar así. Sería más fácil si el concepto de la debilidad se limitase a aquellas cosas en las cuales somos torpes o ineficaces. En realidad, este concepto es mucho más complejo. No podemos simplemente pasar de puntillas a su alrededor.
La debilidad se encuentra por todas partes en el Nuevo Testamento. Jesús les dijo a sus discípulos que, comparada al espíritu, la carne es débil (Marcos 14:38). Lucas, como portavoz del apóstol Pablo, se refiere a los débiles, como aquellos que se encuentran en desventaja económica (Hechos 20:35). Los creyentes Corintios, eran débiles en el sentido social (1a. de Corintios 1:26-27). El libro de Romanos nos dice que Jesús murió por nosotros cuando todavía éramos débiles, es decir, cuando éramos impíos y carecíamos de cualquier posibilidad de merecer la más mínima bondad de parte de Dios (Romanos 5:8). Sin embargo, también somos débiles cuando oramos, cuando nos faltan las palabras o la habilidad de poder hacerlo (Romanos 8:26). Y así también hallamos a hermanos cristianos que son débiles y no pueden sobreponerse a juzgar a los demás sobre asuntos de conciencia (Romanos 14:1-4). Además añadamos los achaques físicos que Pablo parece citar en 2da. Corintios 10:10, el aguijón en la carne, en 2da. Corintios 12:7, y la letanía de cosas desagradables en 2da. Corintios 12:10. De una manera u otra, todos nos hemos sentido de la manera en que la Biblia describe la debilidad.
Está claro que lo que determina el significado de ser débil es el contexto en el cual nos hallamos, sin embargo, el uso general apunta hacia la idea común de algún tipo de deficiencia. Si hubiese alguna explicación más amplia de la debilidad, sería la de tener alguna carencia. Ser débil significa que no tenemos lo que hace falta. Significa que no somos soberanos, ni omniscientes ni invencibles. No estamos en control de la situación, no lo sabemos todo y es por eso que podemos ser impedidos. Ser débil significa que estamos desesperadamente necesitados de Dios. Y el clamor por mi propia alma y por la suya, es que abracemos la debilidad en nuestras vidas, en lugar de despreciarla.
El Impacto de Aceptar la Debilidad
Cuando aceptamos la debilidad, significa que nos hemos examinado lo bastante como para darnos cuenta de que no podemos lograrlo sin la ayuda de Dios. El aceptar a la debilidad significa saber que necesitamos tremendamente de Dios. Este descubrimiento, no obstante nuestro entusiasmo inicial, no nos dejará tranquilos hasta que cambiemos de trayecto. Es algo que afecta a nuestra iglesia, nuestra comunión y a nuestra comisión a Cristo. Seamos más específicos. Hay tres maneras en que el abrazar a la debilidad puede impactar nuestras vidas.
1. El aceptar a la debilidad significa que los dones espirituales son de suma importancia.
La iglesia es una comunidad sobrenatural, y no podemos hacer las cosas sobrenaturales - Dios es el que realiza lo sobrenatural. Somos demasiado débiles para realizar la obra a la cual somos llamados a hacer sólo mediante nuestra fe únicamente, sin importar cuán única sea nuestra personalidad. Tiene que venir de otro lugar, o sea, de la resurrección de Jesucristo, como dice en Efesios 4:7-13.
En ese pasaje, Pablo cita el Salmo 68 donde vemos a Jesús como rey victorioso distribuyendo los despojos de su triunfo. La ascensión de Cristo fue la procesión monárquica hasta el trono de Sión, después de haber derrotado a la muerte y el pecado. Esta procesión fue algo de mucha mayor magnitud que simplemente algunas luces brillantes y coros de aleluya. Este rey es un conquistador. Tiene cicatrices. Y un fruto de esas cicatrices es el don de enseñanza que tiene el pastor. O la sabiduría en cuestiones interpersonales que tiene el líder del pequeño grupo de iglesia. O las palabras alentadoras de la Sra. Betty, por ejemplo.
Cuando vemos la victoria de Cristo por medio de los dones de otros, comenzamos a mirar con ojos de agradecimiento en lugar de criticar. Celebramos, en lugar de buscar las faltas. Nos emocionamos más por el poder asombroso de Dios y no nos desanimamos tanto por nuestras propias preferencias arbitrarias. El Señor Jesús dio su vida por ese don. El murió para que ese hermano o hermana tuviese ese don, y para que nosotros seamos edificados por el mismo. Es un asunto importante.
2. El aceptar la debilidad nos otorga mayor energía y paz en nuestra relación con Dios.
Como dice John Owen, si no mortificamos al pecado en nuestra vida, el precio que pagamos es la pérdida de nuestra energía y de nuestra paz. La energía que poseemos se muestra en nuestra actividad exterior. Es nuestra obra en el Señor. La paz es lo que reside en lo mas profundo de nuestras almas. Se halla en el carácter de nuestras oraciones privadas.
Aceptar la debilidad nos da una sobrecarga de energía porque nos damos cuenta de que nuestra obra debe ser hecha mediante el poder de Dios, no el nuestro. Es como si cambiásemos una bicicleta por un Ferrari - hay más caballos de fuerza.
El abrazar la debilidad nos trae más paz, porque nos damos cuenta una vez más, de que Dios nos ama por Su gracia, y no porque seamos fuertes. Nuestro gozo no reside en nuestra habilidad, sino que reside en la aprobación que Dios nos ha dado mediante Cristo. Aquel en el cual nos eligió antes de las edades, de acuerdo a Su propósito y gracia. (2a. Timoteo 1:9).
3. El abrazar la debilidad maximiza nuestro fruto.
Cuando nos atascamos en nosotros mismos, le ponemos un límite al potencial de Dios. Definimos las posibilidades por medio de nuestras capacidades, no las de Él. Y si nos miramos a nosotros mismos durante el tiempo suficiente, nuestra capacidad de soñar desaparecerá. Así viviremos una vida sin riesgos, pero muy triste porque rehusamos dejar que nuestros sueños se extiendan más allá de lo que sabemos a ciencia cierta que podemos hacer por nuestra cuenta. Es también una señal de que nos equivocamos al pensar que somos más fuertes de lo que somos en realidad.
El saber que somos débiles, arruina toda idea de auto suficiencia. Así, confesamos de que somos individuos muy imperfectos y faltos, y de que no tenemos esperanza de poder realizar alguna buena obra perdurable, a menos que un Dios que levante a los muertos obre en nosotros. Y ese es el caso - un Dios que levanta a los muertos obra por medio nosotros. De hecho, cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder, el cual obró en Cristo cuando le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra en los lugares celestiales. (Efesios 1:19-20)
Cuando aceptamos a la debilidad, sabemos que la obra de Dios se realizará por medio del poder de Dios. Y si se hace en Dios, entonces podemos soñar en grande. El es lo suficientemente fuerte para hacer lo que le plazca (Salmos 135:6). El es lo suficientemente bueno para no negarnos a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros (Romanos 8:32). Y con un Dios tan fuerte y tan bueno, la pregunta que debemos hacernos es que le estamos pidiendo a Él. En los nuevos cielos y en la nueva tierra, cuando nuestra fe se haya hecho realidad y la podamos ver y veamos la gloria del Cristo, no pensaremos acerca del pasado diciendo, "Mis sueños acerca de la gloria de Dios, eran demasiado grandes".
Jamás diremos eso. Porque esta es la realidad Cristiana, y no mitología Griega.