No sigas a tu corazón
“Sigue a tu corazón” es un credo abrazado por miles de millones de personas. Es la declaración de fe de uno de los grandes mitos de la cultura pop en el mundo occidental; un evangelio proclamado en muchas de nuestras historias, películas y canciones.
Esencialmente, es una creencia que dice que tu corazón es la brújula interna que te llevará hacia tu verdadero destino si tan solo tienes el coraje de seguirlo; también dice que tu corazón es la guía que te llevará a la verdadera felicidad si tan solo tienes el coraje de escucharlo. Dice que estás perdido y que tu corazón te salvará.
Este credo puede sonar tan simple, bello y liberador. Para la gente que se siente perdida es un evangelio tentador.
¿Es este el líder que quieres seguir?
Hasta que te das cuenta de que tu corazón tiene tendencias sociópatas. Piénsalo por un momento. ¿Qué dice tu corazón?
Por favor, no contestes. Probablemente, tu corazón hoy haya dicho cosas que no querrías repetir. Yo sé que el mío lo ha hecho. Mi corazón dice que toda la realidad debería servir a mis deseos. A mi corazón le gusta pensar lo mejor de mí y lo peor de los demás, a menos que los demás piensen bien de mí, entonces serían personas maravillosas. Pero si no piensan bien de mí, o si tan solo no estuvieran de acuerdo conmigo, pues entonces algo está mal en ellos. Y mientras que mi corazón está reflexionando acerca de mis virtudes y de los errores ajenos, repentinamente puede transformar un pensamiento inmoral o terriblemente iracundo en algo muy atractivo.
Ciertamente, el credo “sigue a tu corazón” no se encuentra en la Biblia. En realidad, la Biblia piensa que nuestros corazones tienen una enfermedad: “Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?” (Jeremías 17:9). Jesús, el Gran Médico, enumera los severos síntomas de esta enfermedad: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias” (Mateo 15:19). Este no es material de liderazgo.
La verdad es que nadie nos miente más que nuestro propio corazón. Nadie. Si nuestro corazón es una brújula, entonces es como la brújula de Jack Sparrow. No nos dice la verdad, solo nos dice lo que queremos escuchar. Si nuestros corazones son guías, son guías al estilo Gothel. No son benévolos, son patológicamente egoístas. De hecho, si hacemos lo que nuestros corazones dictan, solo pervertiremos y empobreceremos todo deseo, toda belleza, toda persona, toda maravilla y toda la alegría. Nuestro corazón quiere consumir estas cosas para nuestra propia gloria y autoindulgencia.
No, nuestro corazón no nos salvará. Necesitamos ser salvados de nuestro corazón.
Este es el líder que tú quieres seguir
Nuestros corazones no fueron diseñados para ser seguidos, sino para ser guiados. Nuestros corazones no fueron diseñados para ser dioses en quienes creamos; fueron diseñados para creer en Dios.
Si hacemos que nuestro corazón se vuelva nuestro dios y le pedimos que nos guíe, en última instancia nos llevará hacia una miseria narcisista y hacia la condenación. No puede salvarnos, porque aquello que está mal en nuestro corazón es el corazón de nuestro problema. Pero si nuestros corazones creen en Dios, de la manera en que están diseñados para hacerlo, entonces Dios nos salva (Hebreos 7:25) y conduce nuestros corazones hacia un gozo profundo (Salmos 43:4).
Por lo tanto, no creas en tu corazón; ordénale a tu corazón que crea en Dios. No sigas a tu corazón; sigue a Jesús. Ten en cuenta que Jesús no dijo a sus discípulos: “No se angustien. Confíen en sus corazones”. Él les dijo: “No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí” (Juan 14:1).
Entonces, aunque tu corazón hoy intentará ser tu pastor, no lo sigas. No es un pastor. Es una oveja pomposa que, debido al pecado que persiste, tiene algunas cualidades del lobo. No lo sigas y ten cuidado incluso al escucharlo. Recuerda, tu corazón solo dice lo que tú quieres escuchar, no te dice adónde debes ir. Entonces, solo ten en cuenta lo que te dice sobre lo que quieres y luego toma tus deseos, tanto los buenos como los malos, y llévaselos a Jesús en petición y confesión.
Jesús es tu Pastor (Salmos 23; Juan 10). Escucha su voz en su Palabra y síguelo (Juan 10:27). Déjalo ser, en palabras de un gran himno, el “corazón de tu propio corazón, pase lo que pase”. Él es la verdad; Él es el camino y Él te llevará a la vida (Juan 14:6).