¿Importan lo que piensen los demás?
La respuesta a esta interrogante no es simple. Algunos textos bíblicos parecen responder afirmativamente pero otros no.
Por ejemplo, Jesús nos advirtió: “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!” (Lucas 6:26, LBLA). Y sus propios enemigos notaron su indiferencia a lo que otros pensaban: “Maestro, sabemos que eres veraz y que no buscas el favor de nadie, porque eres imparcial, y enseñas el camino de Dios con verdad” (Marcos 12:14, LBLA). Pablo dijo que si tratara de agradar a los hombres ya no sería siervo de Cristo: “Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10, LBLA). “Sino que así como hemos sido aprobados por Dios para que se nos confiara el evangelio, así hablamos, no como agradando a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones” (1 Tesalonicenses 2:4, LBLA).
Por otra parte Proverbios 22:1 (LBLA) dice: “Más vale el buen nombre que las muchas riquezas, y el favor que la plata y el oro”. Y a Pablo le preocupaba ser desacreditado mientras administraba el dinero para los pobres: “Teniendo cuidado de que nadie nos desacredite en esta generosa ofrenda administrada por nosotros; pues nos preocupamos por lo que es honrado, no sólo ante los ojos del Señor, sino también ante los ojos de los hombres” (2 Corintios 8:20-21, LBLA). Importaba lo que los hombres pensaran. Le enseñó a la iglesia Romana: “Así que, nosotros los que somos fuertes, debemos…y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para su edificación” (Romanos 15:1-2, LBLA). También enseñó que uno de los requisitos del obispo es ser “irreprochable” (1 Timoteo 3:2), incluído entre los no creyentes: “Debe gozar también de una buena reputación entre los de afuera de la iglesia, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo” (1 Timoteo 3:7, LBLA).
Pedro también pidió que nos preocupara la opinión de los extraños: “Mantened entre los gentiles una conducta irreprochable, a fin de que en aquello que os calumnian como malhechores, ellos, por razón de vuestras buenas obras, al considerarlas, glorifiquen a Dios en el día de la visitación” (1 Pedro 2:12, LBLA).
Pregunta: ¿Cómo se resolverá esta tensión entre estos dos grupos de escrituras?
Respuesta: dándonos cuenta de que el objetivo de la vida es que “Cristo sea exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte” (Filipenses 1:19-20). En otras palabras, de acuerdo con Pablo, si importa – realmente importa – lo que opinen los demás de Cristo. Su salvación depende de lo que piensen de Cristo. Nuestras vidas deben mostrar su verdad y su belleza. Por lo tanto, si nos debe importar lo que piensen los demás de nosotros como representantes de Cristo. El Amor lo demanda.
Obsérvese donde recae el énfasis: no en nuestro valor, excelencia, virtudes, poder o sabiduría. Recae en si Cristo recibe honor por lo que la gente piense de nosotros. ¿Hacemos quedar bien a Cristo por nuestra manera de vivir? Si nos importa si Cristo queda bien.
Nuevamente, nótese una distinción crucial: La prueba de fuego para mostrar fielmente la verdad y belleza de Cristo en nuestras vidas, no es la opinión de los demás. Queremos que vean a Cristo morando dentro de nosotros y que lo amen (y por lo tanto, incidentalmente nos aprueben). Pero sabemos que tal vez estarán cegados y se resistirán a Cristo. Así que la opinión que tienen de Jesús es la misma que tendrán de nosotros. “Si al dueño de la casa lo han llamado Beelzebú, ¡cuánto más a los de su casa!” (Mateo 10:25, LBLA). Jesús quería que la humanidad lo admirara y confiara en él. Pero Jesús no cambio su forma de ser y comportamiento para obtener la aprobación de los demás. Nosotros tampoco debemos hacerlo.
Sí, queremos que la gente nos vea con aprobación cuando mostramos cuan valioso es Jesús para nosotros. Sin embargo, no debemos permitir que la opinión de los demás mida nuestra fidelidad ya que podrían estar cegados y resistirse a la Verdad. En ese caso, el reproche que soportemos no es un signo de infidelidad o falta de amor.
Que Dios nos de sabiduría, amor y coraje para agradar y no agradar cuando nos aferramos a Cristo nuestro tesoro.
Pastor John