Desafía lo imposible frente a ti
Tenemos a mucho más que a un amigo en Jesús.
El peligro al hablar de tener una relación real, auténtica y con los pies sobre la tierra con Dios, se produce cuando cambiamos al todopoderoso, soberano e interventor Creador del universo por una compañía para charlar sobre las alegrías y desafíos de la vida. En realidad no esperamos que Él se manifieste y cambie todo; simplemente esperamos que nos acompañe a lo largo del camino.
Ya que estamos tentados a caer en visiones pequeñas y domesticadas de Dios, así como en oraciones pequeñas y de perspectiva corta, Dios escribió un Libro. Nos otorgó palabras para inyectarnos de nuevo la maravilla en medio de lo mundano, y al enfrentar los desafíos únicos en cada una de nuestras vidas.
Éstas [cosas] se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre. (Juan 20:31, LBLA)
Dios ha hablado, en el Evangelio de Juan y en todas partes en las Escrituras, para que nosotros creyéramos, y para que así estuviésemos preparados para enfrentar cualquier cosa en esta vida con la fe de que Él hará lo que fuese necesario para brindarnos vida plena y real, y revelar y esparcir su propia gloria (Isaías 48:11). Dios, con toda su fuerza, sabiduría, autoridad, y amor, está totalmente comprometido a esas dos cosas en nuestra vida, contra toda oposición y probabilidad.
Leer la Biblia trata sobre redefinir lo imposible.
Sentir lo imposible con temor
Cuando Dios llamó a Abraham fuera de Ur de los caldeos, le hizo una promesa sensacional: “Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande”. (Génesis 12:1–2). Abraham tenía setenta y cinco ese día. Pero él creyó en Dios, y así partió para Canaán con su esposa Sara, confiando que Dios le concedería los hijos, los nietos, y los tátara-tátara nietos.
Diez años pasaron sin tener hijos (Génesis 16:3). Pensemos en nuestros últimos diez años, todo lo que sucedió (o no sucedió) en aquellos meses de nuestra vida. Abraham y Sara comenzaron a dudar. Sabían bien de la promesa, se habían apoyado y descansado en aquellas palabras durante años, pero ahora no estaban tan seguros.
Pero Dios, ha sido mucho tiempo. (Génesis 15:2) Pero Dios, todavía no tengo un hijo mío. (Génesis 15:2)
Pero Dios, tú prometiste. (Génesis 15:3)
[El Señor] Lo llevó fuera, y le dijo: "Ahora mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas". Y le dijo: "Así será tu descendencia". Y Abram creyó en el Señor, y Él se lo reconoció por justicia. (Génesis 15:5–6)
Abraham creyó, de nuevo.
Luego pasaron catorce años más (Génesis 17:1). ¿Dónde estábamos hace veinticuatro años? Yo acababa de aprender a contar hasta diez y subir y bajar las escaleras sin ayuda.
Pero Dios, tengo cien años de edad. (Génesis 17:17) Pero Dios, mi esposa y su matriz tienen noventa y nueve años. (Génesis 17:17) Dios, no debes querer decir lo que dijiste. (Génesis 17:18)
Un año después, “El Señor visitó a Sara como había dicho, e hizo el Señor por Sara como había prometido” (Genesis 21:1). Dios desafió lo imposible, esperando y esperando más allá incluso de la más ligera posibilidad. Redefinió lo “imposible” en términos de su infinito poder y sabiduría. Esperó hasta que Abraham y Sara tuvieran cien años de edad, en parte, para que definieran lo imposible en nuestras vidas de forma diferente.
Desafiar lo imposible con fe
¿Con qué imposibilidad estamos siendo confrontados justo ahora?
- ¿Hemos caído en una encrucijada espiritual y agotado las salidas?
- ¿Nuestros hijos están rechazando a Jesús y están menos abiertos a hablar al respecto?
- ¿Las tensiones están empeorando sin esperanza de cambiar?
- ¿Estamos enfrentando otro año de dolor crónico o enfermedad insoportable?
- ¿Existe algún conflicto sin resolver en nuestra familia?
¿Es éste el año dos, diez, o veinticuatro? ¿Ha sido lo suficientemente largo como para que estemos comenzando a preguntarnos si Dios se manifestará, si Él será fiel a sus promesas?
No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10)
Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. (Romanos 8:28)
Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. . . . Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho. (Juan 14:13; 15:7)
Sea cual sea la carga, el obstáculo o temor frente a nosotros, hoy es otra oportunidad para preguntarnos, “¿Hay algo demasiado difícil para el Señor?” (Génesis 18:14). Otra oportunidad para redefinir lo que pudiera pasar si Él se mueve. Otra oportunidad para desafiar lo imposible con fe.