La navidad es el misterio más grande
Es hora de dividir la historia en dos.
Hasta esa primera Navidad, Él había sido, desde la eternidad, el divino Hijo y la segunda persona de la Trinidad. Él fue el agente de Dios en la creación (Juan 1: 3, Colosenses 1:16, Hebreos 1: 2), y desde el principio de los tiempos, ha sostenido el universo en cada momento (Colosenses 1:17, Hebreos 1: 3).
Pero luego vino el gran cambio – la bendita adición – en el corazón mismo de la realidad. El Verbo se hizo carne (Juan 1:14). Dios se hizo hombre. El Creador mismo vino como una criatura, el Autor entró en su Historia como un personaje. Sin abandonar nada de lo que significa ser Dios, tomó todo lo que significa ser humano.
A esta verdad espectacular, en el centro de lo que celebramos en esta fecha, llamamos “la encarnación”, que significa que el divino Hijo tomó “forma humana”- Dios mismo, tomando carne, sangre y toda nuestra humanidad. La Navidad es cuando Él mismo le añade humanidad a su divinidad, y lo hace para salvarnos de nuestra rebelión que destruye el alma y prodigarnos con el disfrute eterno para el cual fuimos hechos.
Esa unión enigmática
Es una revelación gloriosa, y también es un gran misterio. Este es el misterio más grande de toda la historia, cómo Dios mismo se hizo plenamente humano sin dejar de ser totalmente divino – ese Dios, en toda su divinidad, se unió a toda la humanidad. La historia de la Iglesia la ha acuñado como “la unión hipostática”, es decir, la unión de dos naturalezas distintas en una única persona (“hipostática” es sólo una palabra sofisticada para “personal”). Jesús es completamente Dios y completamente hombre en una persona espectacular.
Y esta unión de Dios y el hombre en Jesús, es lo que hace posible nuestra propia unión con la Divinidad a través de Él. Pero el mayor misterio no es cómo estamos unidos a Dios por la fe (mediante la gracia y obra del Espíritu), sino cómo Dios se unió a si mismo con nosotros en la única persona de Cristo.
“La unión es tan perfecta”, dijo D.A Carson, “Que aunque tiene dos naturalezas, es sólo una persona.” Es casi demasiado bueno para ser verdad.
Y entonces, “Jesús en verdad se pone a la par nuestra en todo lo que significa ser humano.” Añade Russell Moore.
Él es realmente humano
Cuando le preguntas a Moore acerca de la persona de Cristo, es Hebreos 2:11-14, donde habla sobre la humanidad de Jesús, lo que viene a la mente.
“La humanidad de Jesús es a menudo la cosa más difícil de entender para los evangélicos”, dice. Somos rápidos para abrazar la deidad de Cristo, al menos los ortodoxos entre nosotros. Desde el primer día hemos aprendido que Jesús es Dios. “Entendemos su deidad. Pero también, Él era, y es un hombre real y genuino”.
Moore enumera “cuatro verdades” que vienen de los primeros concilios de la iglesia primitiva, las que nos guardan del error cuando se trata de este gran misterio navideño en la persona de Cristo: Él es 1) plenamente Dios, 2) plenamente hombre, 3) como una persona con 4) dos naturalezas.
Él se “vació” a sí mismo
Una dificultad humana para entender esto es que somos propensos a pensar en la divinidad y el ser humano en términos mutuamente excluyentes. Podríamos especular, si “se hizo hombre”, debe haber cesado, en algún sentido, de ser Dios. Entonces encontramos en un texto como Filipenses 2: 7, que Él “se vació a sí mismo”, y preguntamos, ¿Se vació de los atributos de la deidad? Carson responde,
La expresión no se refiere a de lo que Él se vació; es una manera idiomática de decir que se convirtió en nadie, se humilló completamente, no sólo para convertirse en un ser humano, sino para ir hasta el final, a la ignominia, la vergüenza y la tortura de la cruz. . .. Se trata de la asombrosa, sin igual, inimaginable, indescriptible, auto -humillación de convertirse en humano y luego ir tan lejos no sólo para ser un esclavo, sino ser un esclavo que muere en la cruz.
El misterio que revela: Tres lecciones
La encarnación sigue siendo un gran misterio, pero la Escritura no deja todo enigmático. De nuestra entrevista de 17 minutos con Carson y 14 minutos con Moore, tenemos las siguientes tres lecciones importantes que revela esta doctrina.
1. Divinidad y humanidad no son mutuamente excluyentes.
“Las dos naturalezas no disminuyen entre sí”, dice Carson. “Él es genuinamente humano, con todo lo que eso significa, y genuinamente Dios, con todo lo que eso significa, en dos naturalezas que mantienen la distinción, aunque al mismo tiempo, insistimos en que están tan unidas que son una única persona. . . Son afirmaciones como esta las que se necesitan para preservar todas las diferentes voces que contribuyeron en el Nuevo Testamento para explicar adecuadamente, en forma resumida, lo que la Biblia dice acerca de Jesús como el Dios-hombre “.
Y esta lección en la persona de Cristo, de que la plena divinidad y la plena humanidad son complementarias, proporciona una visión de otras realidades complejas y multidimensionales, como la autoría divino-humana de la Escritura y la tensión divino-humana entre la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre.
2. La humanidad importa, al igual que nuestra vida humilde.
Moore menciona las tres décadas de Jesús como “un jornalero de la clase obrera completamente fuera de lugar”. Año tras año de su vida tranquila, antes de lanzarse al “ministerio público”, muestra una notable afirmación y santificación de nuestras vidas mundanas y oscuras.
Y su encarnación además revela el maravilloso valor, privilegio y dignidad de la humanidad como obra maestra de Dios. Incluso por encima de los ángeles. Estas “cosas que ahora han sido anunciadas a nosotros a través de los que predicaron las buenas nuevas” son “cosas a las cuales los ángeles anhelan mirar” (1 Pedro 1:12). No es un ángel el que se sienta en el trono del universo, sino un hombre (Hebreos 2: 9). Qué asombrosa gracia es que Jesús “no se avergüence de llamarnos sus hermanos” (Hebreos 2:11).
3. Jesús es el eje de la oración y la adoración.
Al convertirse en hombre, se convirtió para nosotros en la imagen visible del Dios invisible (Colosenses 1:15). Él es el resplandor de la gloria de su Padre (Hebreos 1: 3). Nuestra “luz del conocimiento de la gloria de Dios” viene “en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4: 6), y Él es la “lámpara” singular que dará la luz de la gloria de Dios en un nueva creación sin necesidad de sol o luna (Apocalipsis 21:23).
Y así, dice Moore, orar “en el nombre de Jesús” no es un encantamiento mágico. “Jesús es el único humano que tiene el derecho de acercarse a Dios.” ¿Quién puede subir al monte del Señor? Es la pregunta del Salmo 24, y la respuesta definitiva es que Jesús es el único que cumple plenamente los requisitos, y sólo en Él podemos ascender nosotros también.
El mayor misterio de la Navidad es también su mayor revelación. “Dios se ha unido a nosotros para siempre”, dice Moore. “Dios se ha identificado eternamente con nosotros”.