Hermanos, ¡díganles que no sirvan a Dios!
Le hemos dicho a nuestra gente que sirva a Dios. La Escritura dice que debemos "servir al Señor con alegría". Pero ahora puede ser tiempo de decirles que no sirvan a Dios. Porque la Escritura también dice: "El Hijo del Hombre... no vino a ser servido."
La Biblia se interesa en alejarnos de la idolatría para servir al Dios verdadero y viviente (1 Tes. 1:9). Pero también se interesa en evitar que sirvamos al Dios verdadero de la forma equivocada. Existe una forma de servir a Dios que lo menosprecia y deshonra. Por tanto, debemos prestar atención al reclutar siervos cuya labor disminuye la gloria del Maestro todopoderoso. Si Jesús dijo que no vino para ser servido (Marcos 10:45), el servicio puede constituir una rebelión.
Dios no quiere ser servido: "El Dios que hizo al mundo y todo en él... [No es servido] por manos humanas, como si El necesitara algo, pues El da a todos los hombres la vida y el aliento y todo" (Hechos 17:25-26). Pablo nos advierte de cualquier imagen de Dios que lo haga beneficiario de nuestra beneficencia. Nos informa que Dios no puede ser servido en cualquier forma que implique que estemos cumpliendo con sus necesidades. Es como si un arroyo tratara de llenar el manantial que lo llena.
"El mismo da a todos los hombres la vida y el aliento y todo."
¿Cuál es la grandeza de nuestro Dios? ¿Cuál es su singularidad en el mundo? Isaías dice, "Nadie ha oído o visto, que un Dios fuera de ti, hiciera tanto en favor de quien confía en El." (Isa. 64:4). Todos los otros llamados dioses hacen que los hombres trabajen para ellos. Nuestro Dios no se colocará en la posición de un empleador que depende de otros para que su negocio funcionara. En vez de ello, El aumenta su todo-suficiencia haciendo el trabajo por si mismo. El hombre es el socio dependiente en esta relación. Su trabajo es esperar al Señor.
"No se busca asistente"
¿Qué busca Dios en el mundo? ¿Ayudantes? No. El Evangelio no es un anuncio de "Se solicita asistente". Tampoco lo es el llamado al servicio Cristiano. Dios no busca gente para que trabajen para El. "Los ojos del Señor recorren toda la tierra, para mostrar su poder en nombre de aquellos que le sirven de corazón." (2 Cron. 16:9).
Dios no es un explorador buscando las mejores opciones para ayudar a que su equipo gane. Es un corredor incontenible listo para anotar por cualquiera que le pase el balón.
¿Qué quiere Dios de nosotros? No lo que podríamos esperar. Reprime a Israel por darle tantos sacrificios: " No tomaré novillo de tu casa... Porque mío es todo animal del bosque... Si yo tuviera hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y todo lo que en él hay (Salmo 50:9-12).
Pero ¿no hay algo que podamos dar a Dios que no lo devalúe a nivel de beneficiario? Si. Nuestras preocupaciones. Es un mandato: "Depositen en El todas sus preocupaciones." (1 Pedro 5:7). Dios recibirá con gusto cualquier cosa de nosotros que muestre nuestra dependencia y Su todo-suficiencia.
La diferencia entre el gobierno y Jesucristo es que el gobierno no te enrolará en su servicio a menos que estés sano y Jesús no te enrolará a menos que estés enfermo. "Aquellos que están bien no tienen necesidad de un médico, sino aquellos que están enfermos; Vine no para llamar a los justos sino a los pecadores" (Marcos 2:17). La cristiandad es fundamentalmente convalecencia. Los pacientes no sirven a los médicos. Confían en sus buenas prescripciones. El Sermón del Monte es nuestro consejo médico, no la descripción del trabajo por parte de nuestro patrón.
Nuestras propias vidas penden de no trabajar para Dios. "Para quien trabaja, su salario no es considerado un regalo sino un deber, una deuda. Y para quien no trabaja pero confía en El quien justifica lo impío, su fe es reconocida como rectitud" (Rom. 4:4-5). Los obreros no obtienen regalos. Obtienen su deuda. Si tuviéramos el regalo de la justificación, nos atreveríamos a no trabajar. Dios es el obrero en esta relación. Y lo que obtiene es la gloria de ser el benefactor de la Gracia, no el beneficiario del servicio.
Tampoco debeos pensar que después de la justificación comienza nuestra labor para Dios. Aquellos que hacen una labor de santificación pregonan la gloria de Dios. Jesucristo es "nuestra rectitud y santificación" (1 Cor. 1:30). "¿recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿vais a terminar ahora por la carne? (Gal. 3:2-3). Dios era el obrero en nuestra justificación, y El será el obrero en nuestra santificación.
La "carne" religiosa siempre quiere trabajar para Dios. Pero "si vives de acuerdo a la carne morirás" (Rom. 8:13). Es por eso que nuestras propias vidas se sostienen en no trabajar para Dios, tanto en justificación como en santificación.
Siervos del Maestro Celestial
Pero entonces, ¿no debemos servir a Cristo? Se nos manda: "Sirvan al Señor" (Rom. 12:11). Aquellos que no sirven a Cristo son reprimidos (Rom. 16:18). Si, le serviremos. Pero antes de hacerlo, ponderaremos qué evitar en este servicio. Seguramente todas las advertencias acerca de servir a Dios se refieren a que en la idea del servicio recae algo que debe ser evitado. Cuando comparamos nuestra relación con Dios con la relación entre un sirviente y un amo, la comparación no es perfecta. Algunas cosas acerca de la servidumbre deberán ser evitadas en relación a Dios. Algunas deberán ser reafirmadas.
¿A quién, entonces, es que debemos servir y no servir? En el Salmo 123:2 encontramos parte de la respuesta: "Observen, al igual que los ojos del siervo miran en la mano de su amo, al igual que los ojos de la doncella miran la palma de su señora, así sus ojos miren al Señor nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros." La forma correcta de servir a Dios es mirarlo buscando misericordia.
Cualquier siervo que intente salirse del rol divino y pretenda establecer una sociedad hombre-hombre con su Amo Celestial se encuentra en conflicto en contra de su Creador. Dios no realiza trueques. Les da su misericordia a sus siervos para quienes la tengan y apostará por la muerte de quienes no. El buen servicio es siempre y fundamentalmente el recibir misericordia, no rendir servicio.
Pero no es totalmente pasivo. Mateo 6:24 da otra pista para el buen servicio: "Nadie puede servir a dos amos; en cualquier caso odiará a uno y amará a otro, o será devoto a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a Mamón."
¿Cómo sirve alguien al dinero? No ayuda al dinero. No es benefactor del dinero. ¿Cómo entonces servimos al dinero? El dinero ejerce cierto control sobre nosotros porque parece prometer felicidad. Susurra con gran fuerza, "Piensa y actúa de forma en que puedas obtener una posición para disfrutar los beneficios." Esto puede incluir robar, tomar prestado o trabajar.
El dinero promete la felicidad, y le servimos creyendo esa promesa y caminando por esa fe. Así que no servimos al dinero al poner nuestro poder a su disposición para su bien. Le servimos al hacer lo necesario para que el poder del dinero esté a nuestra disposición para nuestro bien.
Creo que el mismo tipo de servicio a Dios es el que podemos ver en Mateo 6:24, dado que Jesús los pone a ambos frente a frente: "No puedes servir a Dios y a Mamón." Así que si vas a servir a Dios y no al dinero, entonces tendremos que abrir los ojos a la sumamente superior felicidad que Dios ofrece. Entonces Dios ejercerá un mayor control sobre nosotros del que el dinero tiene.
Serviremos creyendo Su promesa de la mayor felicidad y caminando por esa fe. No serviremos tratando de poner nuestra fuerza a Su disposición para Su bien, sino haciendo lo necesario para que Su poder esté siempre a nuestra disposición para nuestro bien.
Beneficiarios Obedientes
Por supuesto, esto implica obediencia. Un paciente obedece a su médico con la esperanza de sanar. Un pecador convaleciente confía las dolorosas instrucciones de su terapeuta y las sigue. Solamente de esta forma nos mantenemos en una posición de beneficio para lo que el divino Médico tiene que ofrecer. En toda esta obediencia somos nosotros los beneficiarios. Dios siempre es el dador. Porque es el dador quien obtiene la gloria.
Y eso, tal vez, sea la cosa más importante de todas. La única forma correcta de servir a Dios es de una forma en que se reserve toda la gloria para El. Aquel que "rinde servicio [debe realizarlo] como quien lo rinde por la fuerza que Dios provee; de manera que Dios sea glorificado" (1 Pedro 4:11). ¿Cómo servir a Dios de manera que sea glorificado? Servimos por la fuerza que El provee. Cuando somos más activos por Dios, aún somos los receptores. Dios no renunciará a la gloria del benefactor, ¡nunca!
Así que trabajemos duro, pero nunca olvidemos que no somos nosotros sino la gracia de Dios que está con nosotros (1 Cor. 15:10). Obedezcamos ahora, como siempre, pero nunca olvidemos que es Dios quien trabaja en nosotros en voluntad y deuda (Fil. 2:13). Llevemos el evangelio a lo lejos y a lo ancho y dediquémonos por el amor del electo, pero nunca nos aventuremos a hablar de nada excepto de lo que Cristo ha forjado en nosotros (Rom. 15:18). En todo nuestro servicio sea Dios el dador y Dios obtenga la gloria.
Y hasta que la gente entienda esto, hermanos, ¡díganles que no sirvan a Dios!