La belleza nace de las malas noticias
Vivimos en un mundo de malas noticias.
Te arrastran como un alud: la llamada a medianoche, el pronóstico nefasto, la repentina pérdida de trabajo. O pueden solo afectar tu normalidad como un millón de gotas de lluvia de rechazos sutiles, ilusiones desencantadas y objetivos no logrados. De cualquier modo, todos sabemos de las malas noticias. Nos llegan inevitablemente.
Si te llegan muchas, es posible que comiences a tomar medidas para protegerte. Buscas refugio en el pesimismo y te preparas para lo peor esperando solo lo peor. O caes en la indiferencia y te dices a ti mismo y a otros que realmente no te importa lo que venga. O te escondes aislado y evitas cualquier relación o situación que pueda dañarte.
Sin pensarlo dos veces, comienzas a rechazar oportunidades arriesgadas. No adoptas un hijo, no donas para un misionero, no cultivas amistades profundas, ni tampoco invitas a alguien a salir, todo por miedo a posibles malas noticias.
Pero hay una solución mejor.
Nacido en medio de malas noticias
Piensa en el salmo 112, una descripción en diez versículos del “hombre que teme al Señor” (Salmos 112:1, LBLA). Las malas noticias no lo llevan al pesimismo, a paralizarse con indiferencia ni a aislarse por temor. No, su respuesta a los problemas de este mundo es sorprendente y única: “[Él] no teme recibir malas noticias” (Salmos 112:7, LBLA).
No teme recibir malas noticias
Eso no es porque las malas noticias no lleguen. El hombre del salmo 112 conoce el peso opresor de las tinieblas y de las conspiraciones de sus enemigos (Salmos 112: 4, 8). Incluso toma decisiones que solo garantizan malas noticias: lucha por la justicia en una cultura corrupta y da su dinero a los pobres. (Salmos 112:5, 9). Al parecer, la promesa del evangelio de la prosperidad de recibir solo buenas noticias no se cumplió para este hombre justo.
Las malas noticias agobian a todos los hijos de Dios, sin importar cuán justos sean. José probó el dolor de la esperanza postergada, desde un pozo en el desierto a una prisión en Egipto. Job sintió que las malas noticias caían sobre él como olas: su ganado, luego sus hijos, después hasta su propia piel. Juan el Bautista oyó rumores de una decapitación mientras los guardias se acercaban a su celda. Y Jesús mismo escuchó a su pueblo gritar: “¡Crucifícalo!”
“Porque el hombre nace para la aflicción, como las chispas vuelan hacia arriba” (Job 5:7, LBLA), lo que significa que nacimos en un mundo de malas noticias. Pero el hombre del salmo 112 sigue confiado. “Su corazón está seguro, no temerá” (Salmos 112, 8). ¿Cómo? ¿Por qué?
Trigo muerto, fruto de vida
El autor del salmo nos da la respuesta: “su corazón está firme, confiado en el Señor” (Salmos 112:7). No tiene miedo de las malas noticias porque confía en el Señor. Es una buena respuesta, pero podríamos profundizar más. ¿Qué vio él en el Señor que tranquilizó su agitado corazón?
El hombre justo simplemente sabía que el Señor no dejaría que las malas noticias fueran algo decisivo. Las malas noticias pueden estar acercándose como nubes negras, pero él sabe que las buenas noticias de Dios llegarán como rayos de sol. “Luz resplandece en las tinieblas para el que es recto” (Salmos 112:4); verá “vencidos a sus adversarios” (Salmos 112:8). A medida que este hombre seguía la providencia de Dios en los relatos de las Escrituras, vio emerger un patrón: Dios trae buenas noticias a su abrumado pueblo, tal como después de la lluvia viene el sol.
De este modo, el doloroso encarcelamiento de José da paso a que sea nombrado primer ministro. El sufrimiento de Job continua lentamente por más de treinta capítulos, luego se convierte en nueva familia y fortuna. La decapitación de Juan el Bautista lo lleva de la prisión al paraíso. Y las malas noticias del Viernes Santo sepultan al Hijo de Dios, solo para que la piedra sea rodada y apartada en la mañana del domingo de resurrección. Jesús mismo fue arrojado para morir como grano de trigo en la tierra y el mundo aún no puede detener el fruto de esa muerte (Juan 12:24). Nuestro Dios de buenas noticias da “diadema en vez de ceniza, aceite de alegría en vez de luto, manto de alabanza en vez de espíritu abatido” (Isaías 61:3).
No se trata de que las cenizas, el luto y el espíritu abatido no sean reales. Sí lo son, tan reales como la tumba de Jesús. Pero al igual que la tumba, son temporales. Puede que permanezcas maltratado en la tumba de las malas noticias por tres días, o por un periodo de meses terribles, o incluso por muchos y dolorosos años. Pero el domingo siempre llega, y Dios cambiará tu muerte por resurrección.
Anótalo como un principio teológico: para los que están en Cristo, las malas noticias preparan el camino para las buenas noticias.
Canta en la lluvia
Nuestro instinto puede ser levantar nuestras murallas de autoprotección, elegir el pesimismo, la indiferencia, el aislamiento y un montón de otras formas para protegernos del dolor. Pero todo el que busca refugio de esa manera sabe que esa no es una solución. Las gotas de lluvia de las malas noticias caen con tanta regularidad que desgastan cualquier refugio.
Nuestra otra opción es tomarnos del brazo del hombre del Salmo 112, estar de pie a su lado mientras observa el panorama de la historia bíblica y ve a Dios penetrar en las nubes del sufrimiento de su pueblo. Por un lado, reconoceremos su realismo y afirmaremos que las malas noticias vienen. Pero también compartiremos su confianza en el Señor, el mismo Señor que transformó una cruz en buenas noticias de gran gozo (Lucas 2:10).
Cuando ese Dios está de tu parte, puedes mirar que la tormenta se aproxima y permanecer confiado.
Más que eso, puedes cantar incluso en medio de la lluvia torrencial.