¿Quién nos separará del amor de Cristo?
Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. 29 Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; 30 y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó. 31 Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? 32 El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Tal como está escrito: Por causa tuya somos puestos a muerte todo el día; somos considerados como ovejas para el matadero. 37 Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Comienzo esta mañana con dos preguntas. No le pediré que levante su mano. Pero deberá responderle a Dios. Dé una respuesta silenciosa a Dios por cada pregunta. Y hago esto porque según usted responda estas preguntas así el resto de este mensaje será una realidad en su vida, o solo una invitación para que venga al banquete de la fe.
Las preguntas están basadas en Romanos 8:28. Esta es una de las promesas más grandes del amor de Dios en toda la Biblia. Pero tiene dos requisitos adjuntos. No es una promesa para todos, solo para los descritos en este verso: “Y sabemos que [1] para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, [2] para los que son llamados conforme a su propósito”.
Así que estas son mis preguntas:
Pregunta Nº1: ¿Ama usted a Dios? En esta vida nadie ama perfectamente a Dios. Esa no es la pregunta. Todos sabemos que puede existir un amor unificador entre un esposo y una esposa, una madre, un padre, o un amigo querido sin que ese amor sea perfecto. De hecho, el amor más grande y auténtico e intenso tiene sus imperfecciones. La pregunta no tiene que ver con la perfección. La pregunta es: ¿Es Dios su tesoro? Jesús dijo: “donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón” (Lucas 12:34). Es decir: allí estará tu amor. Él estaba tratando de persuadirnos para que pusiéramos nuestro tesoro en los cielos, no en la tierra. Nos estaba exhortando a atesorar a Dios por encima de todas las cosas. Porque lo que usted atesora es lo que aprecia y ama su corazón. Por tanto la pregunta ¿Ama usted a Dios? Significa ¿Es Dios su tesoro? ¿Es Dios la realidad más valiosa de su vida?
Pregunta Nº2: ¿Ha sido usted llamado por Dios conforme a su propósito? Esto no significa: ¿Ha escuchado el evangelio? O: ¿Ha escuchado una invitación para arrepentimiento y fe? El verso 30 explica cuál es el llamado de que se habla aquí: “a los que [Dios] predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó”. Todos los llamados son justificados. Así que este llamado de Dios no es solo una invitación, sino una convocatoria poderosa y efectiva que le despierta del letargo de la ignorancia y la rebelión, y como resultado usted es capaz de ver a Jesús y someterse alegremente ante él.
Llamados por Cristo: Una ilustración
Permítanme explicarme con una ilustración. Pero antes, consideremos 1ra a los Corintios 1:23-24:
nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles; 24 mas para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios.
Muchos consideran que el Cristo crucificado es necedad. Pero los llamados ven en él el poder y la sabiduría de Dios. Algo les ha sucedido: han sido llamados.
Imagíneselo de esta manera: antes de que ser llamado por Dios usted estaba literalmente durmiendo en su cama. Jesús llega a su cuarto. Él se posiciona en el cuarto con toda la gloria del amor de su Calvario y el poder de su Resurrección. Pero usted está dormido, de hecho está soñando. Y en el sueño (que es su vida ordinaria) ve a Jesús. En el sueño Jesús parece necedad, no es atractivo. Usted se pregunta por qué otros hacen tanto escándalo con él. En el sueño la televisión era más emocionante, la pareja era más real, el trabajo satisfacía mucho más.
Entonces el Espíritu de Dios –el Espíritu Santo- viene a la habitación donde Jesús está con toda la gloria del amor de su Calvario y el poder de su Resurrección. Y el Espíritu revolotea sobre la cabeza soñadora de usted y le llama con una voz lo suficientemente fuerte: « ¡Despierta!» Y eso le estremece. Y abre sus ojos. Y allí delante está el verdadero Jesucristo. Y su gloria es inconfundible. Y entonces comprende que (toda su vida) había estado soñando –que todos sus pensamientos acerca de la necedad, lo irreal, y la fealdad de Cristo eran puras fantasías e imágenes vacías de una mente dormida. Pero ahora el velo del letargo fue removido y la “luz del evangelio de la gloria de Cristo” fue irresistiblemente cierta. El Cristo crucificado es ahora para usted lo que realmente es: el poder y la sabiduría de Dios. Esto es lo que significa ser llamado.
Así que pregunto: ¿Ha sido llamado por Dios? ¿Es Cristo para usted el poder y la sabiduría de Dios en su muerte por los pecadores? ¿O está usted aún durmiendo en un mundo fantástico de sueños e ilusiones donde Jesús es necedad, aburrimiento y fealdad? ¿Puede usted decir honestamente en esta mañana: «El Cristo crucificado es verdadero poder y el Cristo crucificado es verdadera sabiduría»?
Ahora, si ha respondido SÍ y con honestidad a estas dos preguntas, entonces el resto de este mensaje es una gloria verdadera para usted. Y si no pudo responder: SÍ, entonces este mensaje puede ser aún más relevante, porque pudiera ocurrir que Jesús y el Espíritu Santo se acercaran a su cama por medio de él.
El Amor De Cristo: La Raíz De Nuestro Amor Mutuo
Lo más importante que quiero que veamos en esta mañana está en el verso 35: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”. La respuesta a esa pregunta es: nada ni nadie. Mi propósito en esta mañana es recordarles y despertarles nuevamente al imperturbable amor que Cristo tiene por nosotros –por los que hemos respondido SÍ a esas dos preguntas. “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación [o algún tipo de problema o presión], o angustia [o algún tipo de dificultad o crisis], o persecución [o algún tipo de oposición o burlas], o hambre [o cualquier sufrimiento o escasez], o desnudez [o algún asalto o vergüenza], o peligro [o cualquier riesgo o amenaza], o espada [o cualquier herida o violencia, o muerte]?”. ¿Podrá alguna de estas cosas separarnos del amor de Cristo? Pablo responde: No. Por el contrario, como dice el verso 37: “Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.
No solo es imposible que seamos separados del amor que Cristo tiene para nosotros, sino que ese amor es tan poderoso a nuestro favor, que convierte cada circunstancia en triunfo. “en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. Así que mi propósito en esta mañana es recordarles y mostrarles esta gran verdad, y orar con ustedes a fin de que nos podamos aferrar a ella, y que ella se aferre a nosotros.
La relación que tiene esta verdad con el conjunto de la serie “El Mayor De Ellos Es El Amor” es que una y otra vez en la Biblia el amor de Dios por nosotros es la raíz de nuestro amor mutuo. La realidad es que si no descansamos en el amor de Dios por nosotros, no podremos amarnos unos a otros. Por ejemplo, Jesús dijo en Juan 13:34:
Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros.
Su amor por nosotros es primero, y el nuestro es un eco resultante. Juan 15:12-13:
Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado. 13 Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos.
Su amor por nosotros viene antes y sustenta nuestro amor mutuo. Y el amor del Calvario.es un amor profundo, profundo.
Efesios 4:32-5:1:
Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo.
Todo amor verdadero comienza así: Dios nos amó en Cristo y nos perdonó. Luego nos adoptó a fin de que fuéramos llamados sus hijos. Y derrochó su amor sobre nosotros en la familia. Y ahora –solo ahora, sobre esa base- dice «Imítenme»: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. ¡Y subraye esto! Ser un imitador de Dios –no como un peón que admira desde la audiencia. No como un niñito inseguro que se come con los ojos anhelando la inmensa ropa de un jugador de pelota. No como un músico principiante escuchando el CD de su maestro favorito, pero desconocido. Sino como “hijos amados”: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. El amor de Dios por nosotros en Cristo es quien dirige y habilita nuestro amor imitador de los unos por los otros. Y esto es porque amamos de la misma forma en que nuestro Padre es, eso es lo que nos hace querer ser así.
O de nuevo en 1ra de Juan 3:16:
En esto conocemos el amor: en que El puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
Disfruto mucho hablar acerca del cristianismo radical, del cristianismo que pone su vida por otros, y muestra cuán radicalmente seguros estamos en el amor de Dios. Pero todo comienza con él, no con nosotros. 1ra de Juan 4:10-11:
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. 11 Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
Así que esta es la razón por la que hoy hemos predicado así: Si Dios nos amó, debemos amarnos unos a otros. Y por ende necesitamos ver que Dios efectivamente nos amó –y nos ama efectivamente. Porque, a menos que yo esté terriblemente equivocado, hay un anhelo inmenso en esta congregación por descubrir las nuevas profundidades del amor mutuo entre los cristianos y por los que nos visitan y por aquellos a quienes es difícil amar. ¿No correrían las lágrimas por nuestros ojos al leer cartas como estas que recibí el 26 de febrero de un pastor de Iowa?
Hace dos semanas, mientras estaba de vacaciones regresé a Bethlehem. Estaba lleno de gozo por el poder y la presencia del Espíritu Santo. Este poder se había manifestado en formas que nunca antes había experimentado en Bethlehem. Desde 1988 y en cada año siguiente he adorado con usted y me he sentado bajo su ministerio. A pesar de que su predicación siempre ha alimentado mi alma, la congregación me parecía poco amigable; nunca alguien nos saludó, o nos dio la bienvenida en ninguna de las ocasiones en que visitamos y siempre el servicio de adoración estuvo rodeado de frialdad.
Pero el domingo pasado fue diferente. Tanto mi esposa y [yo] vimos que algunos se nos acercaron y nos dieron la bienvenida. Un amigo llamado John Fast dedicó una buena parte de su tiempo para acercarse a mí y agradecerme por venir. El servicio de adoración y el grupo de adoración estaban glorificando a Dios sin enfocarse en el hombre.
Solo puedo imaginar la oscuridad que usted debió experimentar el año pasado. Sin embargo, veo a Dios haciendo una obra mucho más grande aún por medio suyo y la iglesia. Me percaté de ello escuché durante la predicación de la Palabra. Lo experimenté en la alabanza centrada en Dios. Lo disfruté en el esplendor y el calor de la congregación. La providencia de Dios había ordenado un tiempo de oscuridad para purificar a la congregación. Una mayor gloria de Dios ahora está siendo revelada.
Recibí estas palabras con una gran sensación de amor a Dios, en lugar de sentir autosatisfacción. No dudo que haya mucho en mí que todavía necesite purificación. Y por eso lo tomo primeramente para mí mismo. Es la única forma en que seremos lo que Dios nos ha llamado a ser –como en el matrimonio: si constantemente me enfoco en que lo que creo que debe ser cambiado en mi esposa en lugar de enfocarme en las maneras en que puedo amarle mejor, haré que ambos seamos miserables durante décadas.
Lo más precioso de esta carta que atesoro para mí es la combinación. Él habló de la adoración a Dios de nuestra iglesia «sin enfocarse en el hombre» en el mismo momento en que habló acerca del «esplendor y calor de la congregación». Este es el clamor de nuestro corazón ¿no es cierto? «Ellos sabrán que somos cristianos por nuestro amor». Esto es lo que estaba anhelando yo en el mensaje de la semana pasada cuando dije que anhelamos una combinación fresca y balanceada de la santidad de Dios y el amor de Dios.
El mensaje de hoy es que si debemos crecer en amor mutuo, debemos experimentar el amor de Cristo de forma profunda e imperturbable –el amor de Romanos 8:35: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”. Debemos estar maravillados porque el amor de Cristo nos sostiene. Que Cristo nos sostiene firmemente aferrados a su amor. Esta profunda y maravillosa verdad –que Cristo, el Hijo de Dios nos ama- debe enlazarnos y sujetarnos e inundar nuestras mentes. Debemos poner esta verdad en nuestra mente, al comienzo del día (él me ama), y a media mañana (él me ama), y luego al mediodía (él me ama), y a media tarde (él me ama) y a la hora de la cena (él me ama), y antes de dormir (él me ama).
Y a medida que leemos textos como Romanos 8:35 debemos orar por esto. Esto es lo que llamaré el “Los Cuarenta Ayunos” para enfocarnos a medida que repartimos tarjetas nuevas el próximo domingo. Para orar a fin de que esta sensación de ser amados por Cristo no inunde y rebose en nuestros corazones.
Vayamos a una de las oraciones de Pablo para ver cuán crucial era este asunto para Pablo cuando oraba por la iglesia (Efesios 3:14-19). Y quiero mirarlo cuando ahora que estamos terminando porque he visto que este pasaje nos lleva de una forma diferente que hacia el mismo sentido de Romanos 8:35: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”.
Por esta causa, pues, doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra, 16 que os conceda, conforme a las riquezas de su gloria, ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior; 17 de manera que Cristo more por la fe en vuestros corazones; y que arraigados y cimentados en amor, 18 seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.
Note que la meta de esta oración está en el verso 18: “[que] seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento”. Pablo quería para los efesios, lo que yo quiero para ustedes en esta mañana: la capacidad de comprender cuán alto y profundo y ancho y grande es el amor de Cristo. Él admite que ese conocimiento está más allá de la comprensión humana. Nunca llegaremos a su cima o fondo o alcanzaremos su final en ninguna dirección en que nos movamos. Siempre habrá mucho más para descubrir y disfrutar (vea Efesios 2:7). Pero él quiere que probemos la inmensidad del amor de Cristo por experiencia, no solo por doctrina.
Pero ¿cómo quiere que seamos “capaces de [literalmente: suficientemente fuertes como para] comprender” este amor? ¿Debemos pararnos desde fuera mirando de la misma forma en que lo haríamos con una edificación a fin de que podamos apreciar cuán alta y ancha es? No. Vayamos al verso 17 para tener la respuesta: “de manera [...] que arraigados y cimentados en amor” puedan comprender el amor de Cristo. La palabra para “cimentados” es “descansando sobre un fundamento”. Así que Pablo utiliza dos metáforas: una, la de un árbol con raíces [arraigados], la otra la de una edificación con un fundamento [cimentados].
Él lo dice, para comprender el amor de Cristo y probar su altura y profundidad, debiéramos estar arraigados a él. Es decir, las raíces de nuestras vidas debieran estar sumergidas a una profundidad del amor de Cristo cada vez mayor. De allí obtenemos nuestra vida. Y dijimos que deberíamos estar cimentados en él. Es decir el cimiento de nuestras vidas debería estar esparcido sobre la roca sólida del amor de Cristo por nosotros.
Es así como probamos en la experiencia que la profundidad y amplitud del amor de Cristo son infinitas. Nuestras raíces nunca llegarán al fondo de ese amor, y nuestro amplio cimiento nunca se quedará sin Roca para edificar. Creo que estas dos ilustraciones están pensadas para expresar la misma idea de Romanos 8:35 «Nada nos podrá separar del amor de Cristo». Las raíces de nuestras vidas están firmemente sostenidas en las profundidades del amor de Cristo. Y el fundamento de nuestra vida es firmemente sostenido por la Roca del amor de Cristo. No podremos ser desarraigados o removidos. Ese es el mensaje principal de Romanos 8:35 «Nada nos podrá separar del amor de Cristo».
Dios nos está llamando a experimentar nuevas profundidades de amor mutuo entre los creyentes y por aquellos que no lo son. Si eso debe suceder, (y está sucediendo) algo más debe suceder primero (y está sucediendo). La oración de Pablo deberá ser contestada:
[Quiera Dios que podamos estar] arraigados y cimentados en amor, 18 [y que seamos] capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento.
Quisieran unírseme, y hacer una ferviente oración para que todos podamos aferrarnos más y más a la experiencia de ser amados por Cristo –nada nos podrá separar de su amor. Entonces, el poder de amar a otros fluirá libremente.