Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres
Mi propósito en este mensaje es que usted experimente a Jesús, el Señor del universo, soberano, resucitado, y vivo, como la fuente y contentamiento de la verdadera libertad en su vida.
Para que esto ocurra, necesitamos dos cosas: Necesitamos la verdad liberadora de Dios, y necesitamos la gracia liberadora de Dios, lo que significa que necesitamos predicar la palabra de Dios, y orar por el poder de Dios.
Leamos el pasaje bíblico del cual hablaré, y luego oremos.
Juan 8:30–36:
Al hablar estas cosas, muchos creyeron en El. Entonces Jesús decía a los judíos que habían creído en El: Si vosotros permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Ellos le contestaron: Somos descendientes de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”? Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre. Así que, si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres.
Señor, abre nuestros ojos a tu verdad liberadora, a ti, y concédenos ser librados poderosamente de nuestra atadura al pecado. En el nombre de Jesús. Amén.
Todos queremos ser libres
Tomo por cierto que todos en este salón quieren ser libres en el sentido más profundo, más pleno. Si lo opuesto es atadura y esclavitud, nadie aquí lo quiere. Usted puede estar esclavizado a algunos hábitos que son muy placenteros, y en ése sentido ama la esclavitud. Pero cuando usted se aleja de los placeres y considera la felicidad sin esa esclavitud, probablemente le gustaría terminar con esa atadura. Le gustaría ser feliz en la libertad, no esclavo a adicciones placenteras. Todos queremos ser libres.
Y en el versículo 36 de Juan 8 Jesús díce: "Así que, si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres". Éso es lo que estamos buscando. "Realmente libres". Verdederamente libres. La libertad en su significado más profundo y pleno. Jesús nos la ofrece en esta mañana. En esta Pascua. La celebración de la resurrección de Jesús de entre los muertos. Él vive. Él no es un simple recuerdo, una simple figura histórica como el César o Shakespeare o John Kennedy. Él regresó de la muerte con un nuevo cuerpo glorificado. Él vive y reina como Rey del universo, y está haciéndonos una oferta de libertad real a todos hoy.
El Jesús de la historia como el Jesús de nuestra fe
Sé que estoy dando mucho por sentado cuando hablo así. Por tanto, déjenme respaldar lo que digo. Los cristianos creemos que lo que los 27 libros del Nuevo Testamento registran acerca de Jesús, es cierto. Estos libros uniformemente enseñan, o asumen que Jesús vivió en la historia, murió como sustituto de los pecadores, y resucitó de nuevo al tercer día, y que él ascendió al cielo, y gobierna el mundo como el mismo Dios del mismo Dios (como dice el antiguo credo).
Estos 27 libros están llenos de referencias a la resurrección física de Jesús de entre los muertos. Por ejemplo, aquí en el Evangelio de Juan (20:27-28), Jesús aparece a Tomás, uno de sus discípulos quien se había negado a creer que Jesús hubiera resucitado, y dice: "Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!"
Mil veces diferente a un mito
Estos registros de lo que ocurrió en la vida de Jesús son mil veces diferentes a un mito, digamos diferentes a los velos de la mitología griega o romana, ocultos en un pasado distante que no se relaciona con la historia real. Los libros del Nuevo Testamento hablan sobre una historia real: Pilato, el gobernador romano, Herodes el rey de Galilea, Caifás, el Sumo Sacerdote. Éstos no son figuras míticas. Estas personas son conocidas en la historia registrada fuera de la Biblia.
Los registros del Nuevo Testamento (los 27 libros) fueron todos escritos mientras aun había testigos oculares. Las cartas de Pablo fueron escritas entre 15 a 30 años después de la muerte de Jesús. En una de ellas menciona el hecho de que 500 personas habían visto al Jesús resucitado en un momento dado, y que la mayoría de ellas aun vivían (1ra a los Corintios 15:6). La mayoría de los libros, quizás todos, fueron escritos antes del 70 d.C., cuarenta años después de la muerte de Jesús. E incluso el libro de Juan fue escrito por el anciano apóstol cerca del 90 d.C., el tiempo es corto.
Una Historia real - Recordada y testificada
Piénselo. Si fuéramos escritores del Nuevo Testamento aquí en el 2011, para algunos de nosotros Jesús habría vivido a finales de la década del 80, para otros en la década del 70, y quizás para uno, en la década del 50. Esto no es mitología. Esto es historia. Historia recordada. Historia registrada por los testigos oculares.
Y para añadir a esto tenga en cuenta que los enemigos del cristianismo hubieran querido poder llevar el cuerpo de Jesús a Jerusalén en una carretilla, y demostrar que todo era un engaño. Pero no pudieron. ¿Los discípulos robaron el cuerpo y crearon el cuento de la resurrección? ¿En serio? La idea de que estos temerosos discípulos que abandonaron a Jesús por temor de sus vidas, quienes dijeron: "Pero nosotros esperábamos que El era el que iba a redimir a Israel" (Lucas 24:21), la idea de que ellos, repentinamente, se pusieron de acuerdo entre sí para crear un engaño, y luego morir por ese engaño, es ridícula.
No son locos, sino testigos
Ninguno de estos apóstoles de Jesús estaba loco, eran testigos. Lo que tenemos en el Nuevo Testamento no es mitología, sino a Jesús según fue recordado por los testigos oculares. Richard Bauckham, ex-profesor de Nuevo Testamento en la Universidad de St. Andrews, lo dice así en su libro Jesús y los Testigos Oculares: Los Evangelios como Testimonio de los Testigos Oculares [Jesus and the Eyewitnesses: The Gospels as Eyewitness Testimony]: "El Jesús que los evangelios muestran es el Jesús según lo mostraron los testigos oculares, el Jesús del testimonio" (p.472). Esa es la conclusión de casi 500 páginas de un estudio histórico meticuloso.
Uno de esos testigos, el que estamos estudiando, Juan -a quien Bauckham dedicó otro libro completo: Él Testimonio del Discípulo Amado: Narrativa, Historia, y Teología en el Evangelio de Juan. [The Testimony of the Beloved Disciple: Narrative, History, and Theology in the Gospel of John]. Y la idea central del libro es que el autor es un testigo y: "él tiene la intención de ser fiel a la historia" (p.27).
La Resurrección, hablando históricamente
Mi propósito al explicar todo esto es solo argumentar que cuando los cristianos decimos que Jesús resucitó de los muertos, no estamos hablando místicamente, y no estamos hablando ciegamente. No solo hablamos espiritual o emocionalmente. Hablamos históricamente. Al final, él ganará la confianza de usted. Y lo que quiero decir es que el Jesús de la historia no está tan inaccesible como usted puede haber pensado. Permítale, por tanto, hablarle.
Una Declaración colosal: Cada persona está esclavizada al pecado
Permítale hablarle acerca de libertad. En Juan 8:32, dice: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres". La gente respondió, como algunos de nosotros hubiéramos hecho: ¡Ya somos libres! Ellos le dijeron en el versículo 33: "Somos descendientes de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”? Ellos están enfocándose en algunos aspectos de la libertad, pero no en el que Jesús tiene en mente.
Así que Jesús les aclara en el versículo 34: "En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado”. Ahora, este es una declaración absolutamente colosal. Necesitamos varias semanas para analizar sus fundamentos e implicaciones. Pero no tenemos tiempo. Solo la mencionaremos, y dejaremos que esta palabra se levante como quien que nos conoce mejor que nosotros a nosotros mismos. Todos pecan. Por tanto, Jesús está diciendo que cada persona es esclava del pecado. Esto significa que le pecado no es solo una mala acción, sino un poder oculto en nuestros corazones que nos hace realizar malas acciones. Pecamos porque somos pecadores.
Así que nuestra esclavitud es una esclavitud a su poder en nosotros. Puede haber tipos de libertad que podemos fabricar para nosotros mismos, pero no esta. Ésa es la idea que Jesús está expresando. Esta esclavitud es demasiado profunda. Y todos la tenemos. Solo Jesús puede libertarnos. Así lo dice en el versículo 36: "Así que, si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres".
El Pecado esclaviza en 2 maneras
Así que el pecado esclaviza en dos maneras. Y, por ello, la libertad viene en dos maneras. Primero, el pecado nos esclaviza produciendo deseos persuasivos. El pecado nos esclaviza haciendo que todo luzca más deseable que Jesús. Éso es el pecado: desear algo por encima de Jesús y luego actuar según ese deseo.
Y la segunda forma en que el pecado nos esclaviza es, eventualmente, condenándonos. A menos que algo intervenga, nos lleva al infierno. Llamo a esto esclavitud porque alguien pudiera decir: "No tengo problemas con desear las cosas más que a Jesús. Para mí ésa es la libertad". Pero usted no podría decir eso si viera claramente que al final del camino, esa carretera lleva hacia la destrucción.
Libertad de la dominación y el daño del pecado
Solo Jesús puede libertarnos de estos dos tipos de esclavitud: la dominación y el daño del pecado. Él nos liberta del daño del pecado, volviéndose el daño en nuestro lugar. "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros" (Gálatas 3:13). Y nos liberta de la dominación del pecado cambiando, de raíz, nuestra naturaleza mediante el nuevo nacimiento. Y la esencia de esto es que él nos da ojos para ver que nuestro Salvador es más digno de ser deseado que cualquier otra cosa en el mundo.
Cuando nuestros pecados son perdonados, y la ira de Dios es quitada, y vemos a Jesús como el mayor Tesoro del mundo, entonces hemos sido liberados tanto del daño como de la dominación del pecado. Somos realmente libres. Éso es lo que Jesús le ofrece hoy.
Lo que la verdadera libertad es
Ahora, permítanme dar un paso atrás en lo relativo a este tipo de liberación que verdaderamente anhelamos. Pudiera ser que usted escuche todo esto y aun diga: "Ya soy libre. Son ustedes los cristianos quienes están atados en enredos morales. Solo hago lo que siento que debo hacer. Y estoy agradecido de estar en un país donde lo puedo hacer. Y esa es toda la libertad que me interesa".
Terminemos, por tanto, este mensaje aclarando tanto como podamos qué es la libertad plena. "Realmente libres", dijo Jesús. Ésa es la que solo él puede dar. Por tanto, ¿qué otros tipos de libertad hay? ¿Qué libertad es pequeña en comparación a "realmente libres"?
4 Tipos de libertad
Hay, al menos, cuatro tipos de libertad. Y cada una añade una dimensión crucial de libertad a la última, hasta que llegamos a la plena libertad: "realmente libres". Permítanme tratar de resumir estos cuatro tipos de libertad en una definición de la libertad plena y completa: Usted es plenamente libre -completamente libre, realmente libre- cuando tiene el deseo, la habilidad, y la oportunidad de hacer lo que le hará feliz durante mil años. O, pudiéramos decir, usted es totalmente libre cuando tiene el deseo, la habilidad, y la oportunidad de hacer lo que nunca le dará remordimientos.
Si usted no tiene el deseo de hacer algo, no es totalmente libre de hacerlo. Oh, sí puede reunir la fuerza de voluntad de hacer lo que no quiere hacer, pero nadie dice que eso es libertad plena. No es la manera en que queremos vivir. Existe una restricción y una presión que no queremos sobre nosotros.
Y si tiene el deseo de hacer algo, pero no la habilidad de hacerlo, no es totalmente libre para hacerlo.
Y si tiene el deseo de hacer algo, pero no la oportunidad de hacerlo, no es totalmente libre para hacerlo.
Y si tiene el deseo de hacer algo y la habilidad, y la oportunidad, pero al final éso le destruye, usted no es totalmente libre, no es realmente libre.
Para ser totalmente libre, debemos tener e deseo, la habilidad, y la oportunidad de hacer lo que nos hará felices para siempre. Sin remordimientos. Y solo Jesús, el Hijo de Dios que murió y resucitó por nosotros, puede hacer eso posible. Si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Para ser felices siempre, nuestros pecados deben ser perdonados y la ira de Dios quitada, y Cristo debe volverse nuestro supremo Tesoro. Solo Jesús puede hacer eso. De hecho, ya él lo hizo. Él murió por nuestros pecados. Él absorbió la ira de Dios. Y él resucitó de entre los muertos y por ello es supremamente precioso. Y él nos ofrece hoy un regalo gratuito.
Permítanme dibujarles un cuadro de esta libertad para ver si puedo hacerla tan claro como me sea posible.
Una Ilustración de la libertad
Tomemos el paracaidismo, por ejemplo. Lo que usted quiere experimentar es la libertad más plena y estimulante posible en el paracaidismo. Supongamos que usted va de camino al aeropuerto para ir a su primer salto, pero su carro tropieza con un bache en la Avenida Hiawatha, tiene un reventón, y corre hacia una cabina telefónica. Ya no es libre para saltar, tenga o no la habilidad, porque la oportunidad pasa mientras usted espera por el remolque. Usted carece de la libertad de oportunidad.
O suponga que logra llegar al aeropuerto, pero resulta que usted se saltó todas las clases y nada sabe sobre paracaidismo. Carece de las habilidades básicas, como el conocimiento de cómo operar el paracaídas. Ahí está la oportunidad, pero no tiene la libertad de la habilidad. No van a dejarte saltar.
Perro suponga que llegó al aeropuerto, y asistió a todas las clases, y tiene todas las habilidades necesarias. Despega en el avión, pero tan pronto como se abre la puerta y mira hacia abajo, todo su deseo se desvanece, y en su lugar aparece un miedo paralizante. Ahí está la oportunidad, la habilidad, pero usted no tiene la libertad del deseo.
Pero hay un último requerimiento para la plena libertad. Suponga que va al aeropuerto, sin obstáculo alguno (tiene la libertad de la oportunidad); tiene todo el conocimiento necesario (tiene la libertad de la habilidad); mira por la puerta los pequeñísmos grupos de alfalfa y graneros y granjas unas cuantas millas por debajo, y simplemente no puede esperar para saltar (tiene la libertad del deseo). Así que salta.
Y mientras cae, disfrutando cada segundo, desconocido para usted, su paracaídas está defectuoso y no va a abrirse, no importa lo que haga, ¿es usted libre, completamente libre, realmente libre?
No. Lo que lo está haciendo tan feliz y libre, le matará. Incluso si no lo sabe aun, está atado a la destrucción. Parece libertad. Pero muy pronto todo, toda la emoción, demostrará ser una ilusión. En treinta segundos estará muerto.
A fin de ser plenamente libre, realmente libre, el Hijo de Dios debe liberarle.
Muriendo y resucitando para hacerle realmente libre
No tenemos un paracaídas hecho por el hombre. Tenemos un Salvador. Como él murió por nosotros, no hay condenación. Está rota la atracción inexorable de la gravedad de nuestros pecados. Él nos ha atrapado a mitad de la caída y se ha convertido en nuestro Tesoro supremo. Tenemos un nuevo destino y nuevos deseos. Él es la fuente de todo, y él es el contentamiento de todo. El nos dio el nuevo deseo, y él es el nuevo deseo. "Así que, si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres".
Entonces, ¿no es necedad que un cristiano envidie la, así llamada, libertad de los que se lanzan desde las ventanas de los rascacielos del pecado y se glorían por poco tiempo en la emoción de la caída libre de la avaricia, o la caída libre de las drogas, o la caída libre de la fama, o la caída libre del sexo, o la caída libre del poder, o la caída libre de la lujuria, inconscientes de Jesús? Toda esta libertad es como un vapor, pero los que confían en Jesús, y le atesoran por encima de todo lo demás, levantarán alas como las águilas, y serán felices, por mil años desde ahora. Serán realmente libres.
En este mensaje Jesús no solo está dándole información. Está dándole una invitación. Confíe en él. Atesórele. Él murió y resucitó para hacerle realmente libre.