Compartiendo pródigamente, amando a los huéspedes, viviendo en Cristo
Compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.
¿Cómo vive usted cuando sabe y siente que la misericordia de Dios, obtenida por la muerte de su hijo, es la fuente de su vida pasada, presente, y futura? Esa es la pregunta que Romanos 12 responde. Tenga en cuenta el versículo 1 de nuevo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo...” Así que, les ruego. “Así que” – de acuerdo con todo lo que os he mostrado en los capítulos del 1-11 acerca de la ira y la misericordia de Dios, acerca de la divinidad de Cristo, de Su muerte, resurrección, Reinado e intercesión por ustedes, acerca del Espíritu Santo servido con amor dentro de vuestros corazones, de la justificación que sólo es por la fe y de que somos contados justos a causa de la obediencia de un hombre, acerca del soberano poder de Dios que gobierna el universo y hace que todas las cosas funcionen juntas para vuestro bien y que nunca dejará que nada nos separe del amor de Cristo- Así que, debido a estas misericordias, entreguen sus cuerpos a Dios y vivan así.
Romanos 12 es una descripción de cómo vivimos cuando sabemos y sentimos la verdad de que no merecemos nada sino miseria para siempre; pero, en lugar de esto, debido a Cristo tenemos la promesa de que los sufrimientos de este tiempo presente no son comparables con la gloria que en nosotros ha de manifestarse (Romanos 8:18). Romanos 12 es la forma en que usted vive una vez que ha sido quebrado a causa de su pecado- cuando usted ha dicho con el apóstol Pablo, “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24)- Y luego, después de haber sido quebrado, usted ha descubierto que Dios está en Cristo para usted y no contra usted, y que ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni la hambruna, ni la desnudez, ni peligro, ni espada pueden separarlos del amor de Cristo y del eterno gozo. Romanos 12 es el modo en que usted vive cuando conoce la compra de Cristo, de este gozo lleno de dolor.
La Cuestión de Cómo Manejar Nuestro Dinero y Posesiones
Una de las grandes cuestiones de la vida a que se enfrentan los cristianos de todas las edades, y especialmente en épocas y lugares de gran prosperidad (como en los Estados Unidos del siglo XXI) es cómo pensar, sentirse y manejar nuestro dinero y posesiones. Para Jesús esto era sencillamente enorme. Habló acerca de esto una y otra vez, hizo promesas, advertencias, y mandamientos, reprendió a las personas que estaban empeñadas en construir graneros más y más grandes para su propio bien, contó historias y parábolas. Por hacer acopio de posesiones, dijo, usted puede perecer, y por darlas usted puede acumular tesoros en el cielo. El cómo manejamos nuestro dinero y nuestras posesiones es el barómetro de cuánto confiamos en Dios, y atesoramos a Cristo. Donde esté nuestro tesoro estará nuestro corazón.
Así que no es una sorpresa encontrar a Pablo regresando a este gran asunto en el versículo 13: “Compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.” Digo ‘regresando’ porque él ya ha dicho en el versículo 8b que, “el que reparte, (lo haga) con liberalidad [...] el que hace misericordia, con alegría.” Ahora él lo dice nuevamente y es más especifico: ‘Usted no solamente debe utilizar su dinero y posesiones para aliviar las necesidades de los santos y de otros, sino que debe recibir alegremente, a personas, en su casa o apartamento’. “Compartiendo para las necesidades de los santos”- Esto significa desprenderse de cosas para el bien de otros que las necesiten. Y “practicando la hospitalidad”, no es solo dar dinero y desprenderse de cosas, significa hacer pasar a otros, no sólo para unas comidas ahora y después, sino para quedarse con usted si necesitan un lugar por algún tiempo. En los tiempos de persecución oficial esta era una práctica peligrosa y subversiva. Hoy en día para algunos todavía lo es. Esto era y es un modo radical de vivir. Ese era el significado que tenía esto en las primeras iglesias.
Así es como viven las personas que saben y sienten que a cada momento la misericordia pura, desmerecida, y pródiga de Dios; los sostiene y los trae a casa para la gloria. Os ruego por las misericordias de Dios- por la pródiga “ayuda” de Dios a sus necesidades, por la inagotable “hospitalidad” al traerle a Su hogar no como a un huésped sino como a un hijo adoptado- Os ruego, por estas misericordias de Dios, “Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad.”
Entonces pensemos en esto juntos. Meditemos sobre esto bíblicamente, orando para que Dios obre profundamente en nuestros corazones para volvernos los compartidores más alegres, generosos y hospitalarios del mundo. Primero, preguntamos: ¿Es esto realmente tan importante en la Biblia? ¿Está esto cerca del centro de la vida en Cristo, o es marginal? Segundo, ¿Qué no nos deja compartir más, y que no nos deja brindar una mayor hospitalidad? Tercero, ¿Cómo se adentra usted tranquilamente en la libertad y el gozo, de una pródiga generosidad y hospitalidad?- ya sea usted pobre o rico. Cuarto, ¿Cuáles serán las recompensas si esta libertad sobreviene?
¿CuánIimportantes Son el Compartir y la Hospitalidad?
¿Es realmente esto tan importante? ¿Está esto cerca del centro de la vida en Cristo, compartir para las necesidades de los santos y darles la bienvenida a las personas dentro de sus casas como el v.13 dice?
He aquí una muestra de absoluta de lo que hay en el Nuevo Testamento. Primero, acerca de compartir: Jesús dice en Mateo 6:19-21, “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. ¿Cómo? “Vended lo que poseéis, y dad limosna” (Lucas 12:33).
Entonces las primeras iglesias captaron y aplicaron lo que habían escuchado y experimentado, al asumir que todas sus posesiones no eran realmente suyas sino de Dios y que eran para satisfacer las necesidades los unos a los otros. Así leemos en Hechos 4:34, “Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.” Esto era lo que ocurría con Romanos 12:13 al principio.
Entonces Pablo les enseñó esto a todas las iglesias. A Tito le escribió, “Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto” (Tito 3:14). Y a los Corintios, “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). Y a los Efesios, “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad” (Efesios 4:28). En otras palabras, toda la orientación del Cristiano no se limita únicamente a “trabajar para tener” sino hasta “trabajar para tener algo que dar”. Como también dice Randy Alcorn: “Dios me da prosperidad no para aumentar mi nivel de vida, sino para aumentar el nivel en que doy”. (The Treasure Principle [Sister, Oregon: Multnomah, 2001], 71).
Entonces Pablo los instruyó en el proceso de ser disciplinados y metódicos con esta generosidad, no sólo espontáneos o impulsivos. De modo que cuando estaba recolectando regalos para los pobres, escribió a los Corintios, “En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado” (1 Corintios 16:1-2). Para Pablo, la disciplina y la regularidad iban juntas con el gozo. Dios ama al dador alegre. Dios ama ver ese gozo desbordarse con disciplina y regularidad.
Ahora bien, ¿Qué hay acerca de la hospitalidad?
Cuando Jesús envió a sus doce apóstoles a ministrar en su nombre, Él dijo, “No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento. Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis.” (Mateo 10: 9-11). En otras palabras, la hospitalidad hacia los mensajeros de Dios estaba incorporada a las misiones desde el principio. Luego para subrayar la gloria de esta hospitalidad Jesús dice, “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Mateo 10:40). La hospitalidad para el bien de Cristo le da la bienvenida a Dios.
Así que no es de sorprender que Jesús hiciera de la hospitalidad una de las cosas que el Cristo tendría en cuenta en el día del juicio como evidencia de nuestro amor por Él. Mateo 25:34-35, “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis”. Es decir, ustedes abrieron la puerta de su hogar para mí; mostraron, honrando a Cristo, una hospitalidad radical.
Después, el escritor dice algo similar a los Hebreos, aunque no tan asombroso, acerca de la hospitalidad, “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Hebreos13:2).Y Pedro hace a la hospitalidad, parte de lo que es crucial en esos últimos días. “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones” (1 Pedro 4:7-9). Sin murmuraciones. Ame hacerlo, Dios ama al anfitrión alegre.
Y cuando Pablo escribe las condiciones para los obispos de las iglesias, incluía esto en ambas listas (1 Timoteo3:2; Tito 1:8), “Pero es necesario que el obispo (anciano) sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador...”. Los obispos deben tener casas bien conocidas, con personas entrando y saliendo.
En respuesta a la primera pregunta: Si, dar pródigamente y amar a los huéspedes, está cerca del corazón, de lo que significa andar como cristiano. Les ruego por las misericordias de Dios, den generosamente y abran su casa a los santos.
¿Qué no Nos Deja Dar Más y que no Nos Deja Brindar una Mayor Hospitalidad?
Aquí tengo en mente, el dar a la iglesia y otras clases de ofrendas que ayuden a cubrir las necesidades de los santos. El ministerio de la iglesia y su misión son el centro de la generosidad Cristiana. Pero existen muchas otras buenas salidas para nuestra generosidad, y por supuesto, existen personas reales en vuestro sendero a quienes dar.
Cuatro razones por las que no damos como debiéramos
- Inconsciencia. Por cualquiera que sea la razón, puede que usted nunca haya pensado en dar su dinero regularmente. A usted nunca se le ocurrió que esto es parte de la adoración (versículo 1). El punto culminante de la virtud, para usted, es “No robarás” Buen comienzo. Pero ahora Dios le está llamando a escuchar el mandamiento del Nuevo Testamento. No solo no tome lo que no es suyo, sino de lo le pertenece. “compartiendo para las necesidades de los santos”. No sea inconsciente, ya no más.
- Descuido. Quizás no seamos inconscientes. Conocemos que esto es lo que las personas que aman a Cristo hacen. Pero sencillamente no encontramos tiempo para planear cuánto, cuándo y dónde, vamos a dar. Las cosas simplemente se nos resbalan de las manos. Dios ha designado este mensaje para traeros a un nuevo punto crítico, en su andar con Él esta semana. No sea descuidado. Sea atento. Sea intencionado.
- La codicia, el deseo de guardar más de lo que necesitamos. El espíritu de la codicia gime cuando da. Piense en todas las cosas que podríamos haber comprado si no hubiéramos dado. La alternativa bíblica para esto, no es un gemido disciplinado, es un nuevo corazón y el gozo de estar libres de la esclavitud de la codicia, es la alegre experiencia de que más bienaventurado es dar que recibir (Hechos 20:35). No viva esclavizado a la codicia. Sea libre.
- El temor de que no tendremos lo que necesitamos. El temor es la otra cara de la codicia. La codicia se enfoca en lo que no tenemos pero nos gustaría tener. El temor se enfocar en las consecuencias de no tener lo que necesitamos tener. La respuesta para la codicia es el placer de la presencia de Cristo. La respuesta para el temor es la certidumbre de la promesa de Cristo. No viva en el temor. Esté satisfecho con Cristo, y confíe en sus promesas.
¿Y la hospitalidad? ¿Qué no nos deja ser tan hospitalarios como debiéramos ser?
Aquí existe un grupo de temores. El temor de que las personas estarán demasiado tiempo si vienen, o se quedan por una temporada. El temor de que piensen que usted no cuida muy bien su casa. Ellos podrían abrir aquella puerta cerrada o mirar dentro del cuarto de los niños. El temor de que desordenarán o estropearán su casa- su agradable alfombra, y sus agradables muebles, y sus delicados linos. El temor de que será difícil hablar con ellos y que las conversaciones serán incomodas. Y así sigue. Usted puede ver la esclavitud al temor, en la que muchos cristianos parecen vivir. Romanos 12:13 nos está ofreciendo una nueva manera de vivir, una forma de libertad: “Compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.”
¿Cómo Librarnos, Para Poder Dar Pródigamente y Abrir Nuestras Casas?
Así, en tercer lugar, ¿Cómo librarnos de esta esclavitud a la codicia y adentrarnos a la libertad y el gozo, de una prodiga generosidad y hospitalidad?
La respuesta bíblica fundamental es que Jesucristo murió y resucitó de nuevo, para hacer absolutamente cierta la promesa de que a todo aquel que confíe en Él, el Dios Todopoderoso, y Señor de todo, se mostrará pródigamente generoso, y amorosamente hospitalario, por siempre. Es a esto a lo que se refiere el versículo 1: “os ruego por las misericordias de Dios [...] Compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.” Las misericordias de Dios fueron compradas por la sangre de Jesús, y se renuevan cada mañana con una nueva y fresca generosidad y hospitalidad. Es así como nos volvemos generosos y hospitalarios. Nosotros nos regocijamos y esperamos la ayuda prodiga de Dios en toda nuestra hospitalidad.
Romanos 8:32 es el versículo clave: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” Pablo hace esto válido para nosotros en Filipenses 4:19, “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Y de nuevo en 2 Corintios 9:8, “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”. Ya que Dios promete ser su tesoro y darle todo lo suficiente, usted puede ser generoso y hospitalario con otros.
Hemos visto la misericordia y la fidelidad de Dios en esta iglesia un año tras año. El año pasado, con un 21% de incremento del presupuesto, yo temblaba. Y precisamente, llegamos a la última semana del año, con una enorme brecha entre los gastos y las ofrendas. Y Dios cubrió nuestra necesidad. No todo lo que podíamos haber soñado, pero si todo lo que necesitábamos. Dios nos prueba una y otra vez. Justo cuando pensamos que estamos en el límite, un dinero inesperado llega. Y justo cuando pensamos que nos estamos hundiendo, nos llega un cheque inesperado. ¿No cree usted que alguna vez será un poco distinto para aquellos que dan pródigamente y abren sus hogares? El propósito de la providencia de Dios es el propósito de sus promesas: ‘Confía en mí, ve más allá en el ministerio y en el dar de lo que piensas que puedes dar’.
¿Cuáles Son las Recompensas por Dar Pródigamente y por Abrir Nuestras Casas?
Finalmente, nuestra cuarta pregunta: ¿Cuáles son las recompensas si confiamos en las promesas de Dios, damos pródigamente, y abrimos nuestras casas los unos a los otros y a los necesitados?
- El sufrimiento de los santos será aliviado o al menos disminuido. Eso es lo que el versículo 12 significa cuando dice, “Compartiendo para las necesidades de los santos.” Levantamos una carga. Aliviamos un estrés. Damos esperanza. Damos esperanza ¡Y eso es una recompensa!
- La gloria de Dios queda demostrada. Mateo 5:16 “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Dar pródigamente y abrir las casas, muestra la gloria, la bondad, y el valor de Dios en sus vidas. La razón por la que Dios nos da dinero y hogares es para que por el modo en que los utilizamos, las personas puedan ver que estas posesiones no son nuestro dios. Sino que Dios es nuestro Dios y nuestro tesoro.
- Se desencadena un mayor agradecimiento hacia Dios. 2 Corintios 9:12, “Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios.” Dios nos ha dado dinero no solo para que podamos estar agradecidos, sino para que mediante nuestra generosidad y hospitalidad, que muchas personas les estén agradecidas a Dios.
- Nuestro amor por Dios, y su amor en nosotros, queda confirmado. 1 Juan 3:17, “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” En otras palabras, cuando damos generosamente y abrimos nuestras casas, el amor de Dios queda confirmado en nuestras vidas. Somos reales. No somos falsos cristianos.
- Finalmente, acumulamos tesoro en el cielo. Lucas 12:33-34, “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote [...] Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.”
Dar pródigamente y abrir las casas son dos acciones que están cerca del centro de la vida en Cristo. Las razones por las que no abrimos nuestro talonario de cheques y nuestros hogares tan seguido como debiéramos, tienen sus raíces en la esclavitud al temor y a la codicia. El remedio es el placer de la presencia de Cristo y la certeza de la promesa de Cristo. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Nuestra recompensa es la demostración de la gloria de Dios, el bien de otros y el gozo de atesorar a Cristo junto a nosotros para siempre. Por lo tanto le exhorto viva, “Compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.”
Una Oración Para la Liberación
John Piper
Oh Señor, anhelamos que la vida esté ya
Tan libre de temor, codicia, y vanidad;
Como las aves con alas lo están para volar,
Como el Lirio de los valles, carente de necesidad
Nuestros espíritus hierven por romper las cadenas
Del amor hacia las cosas terrenales,
Para desprender nuestras almas de las riendas mundanas
Y montar sobre las alas de las grandes aves.
Oh padre haznos libres para dar,
Y para enseñar a todo lo ancho del cielo
Que un manantial ninguna vida puede dar
Hasta que no se hace un verdadero riachuelo.
Cristo nos ha liberado para libertad,
No se sienta, pues, usted capturado,
Sino atesore a Cristo y verá
La gloria que él ha preparado.