No endurezcan sus corazones en el día de la prueba
Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, como en el día de la prueba en el desierto, donde vuestros padres me tentaron al ponerme a prueba, y vieron mis obras por cuarenta años. Por lo cual me disgusté con aquella generación, y dije: “siempre se desvían en su corazón, y no han conocido mis caminos”; como juré en mi ira: “No entrarán en mi reposo”. Tened cuidado, hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. Antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado. Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos el principio de nuestra seguridad firme hasta el fin, en cuanto se dice: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. Porque ¿quiénes, habiendo oído, le provocaron? ¿Acaso no fueron todos los que salieron de Egipto guiados por Moisés? ¿Y con quiénes se disgustó por cuarenta años? ¿No fue con aquellos que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a los que fueron desobedientes? Vemos, pues, que no pudieron entrar a causa de su incredulidad.
Jesús es mayor que Moisés
La semana pasada vimos que Jesús es mayor que Moisés en, al menos, dos maneras.
Primero, Hebreos 3:3 dice que él es mayor que Moisés en la misma forma en que un edificador de una casa es mayor que la casa que edifica. En otras palabras, Jesús es mayor que Moisés porque él hizo a Moisés. Y el versículo 4 muestra claramente lo que esto implica: Dios es el hacedor de todas las cosas. Por tanto, Jesucristo es Dios. Esto es lo que el escritor había dicho en Hebreos 1:8: "Pero del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos".
Segundo, Hebreos 3:5-6 dice que Jesús es mayor que Moisés como un hijo sobre una casa es mayor que el siervo de la casa. El Hijo es heredero de la casa. Él la posee, la gobierna, y provee para ella.
En otras palabras, lo que hemos visto en Hebreos 3:3-6 es una reafirmación de Hebreos 1:2: "Dios [...], en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo [1], a quien constituyó heredero de todas las cosas [2], por medio de quien hizo también el universo". Las mismas dos glorias de Cristo que vimos en Hebreos 3. Cristo es Creador de todas las cosas y Heredero de todas las cosas. Es decir, él hizo todas las cosas incluyendo al pueblo del cual Moisés es parte, y él es el heredero de todas las cosas, incluyendo la casa de la cual Moisés es siervo.
Todos somos la casa de Dios, SI
Entonces, al final del texto de la semana pasada (Hebreos 3:6b), el escritor nos presenta una imagen. Dice a sus lectores que ellos (nosotros), somos la misma casa de Dios -la casa que hizo y hereda su Hijo) - "si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza" - "cuya casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza".
Ahora, este "si" condicional es algo tremendamente serio. Somos su hogar, somos el pueblo de Dios, somos la posesión y la herencia de Dios, es decir si somos salvos - si. Es "si" es tan serio y tan importante que el resto del capítulo 3 se dedica a explicarlo y apoyarlo. De hecho, gran parte del resto de este libro tiene la intención de afirmar este "si".
Y aquí, al final del siglo XX en Norteamérica, es aún más importante que lo escuchemos y lo comprendamos, porque somos confrontados por voces en los libros y en la radio y por sermones y canciones que utilizan despreocupadamente el término "incondicional" (en los frases "amor incondicional" y "aceptación incondicional", por ejemplo). Y muy a menudo, cuando es usado, no hay un esfuerzo por hacer oír distinciones bíblicas entre qué es incondicional (como el amor de Dios por los elegidos) y qué no es incondicional (como el amor justificador y glorificador de Dios). Uno de mis motivos fundamentales para escribir Gracia Venidera, era ayudar a aclarar esta importante enseñanza bíblica. Pero ahora la tenemos delante nuestro en Hebreos 3:6. Somos la casa de Dios "si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza”.
Veamos, por tanto, este gran "si", y luego dejemos que el resto del capítulo lo explique y nos muestre por qué es importante.
Una Condición para ser, no para volvernos
Note primeramente que esta condición ("si retenemos firme") es una condición para ser algo ahora. El versículo 6 no dice: "nosotros seremos la casa de Cristo, si retenemos firme nuestra esperanza". Dice: "cuya casa somos nosotros", si retenemos firme nuestra confianza y esperanza. Es como decir: "Usted es sureño si pronuncia el nombre de la esposa de Reagan diciendo 'Nainstsy' en lugar de 'Nancy'". Hablar así no le hace sureño; solo demuestra que usted es sureño.
Así que pienso que Hebreos 3:6 enseña que "si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza", entonces mostramos que somos la casa de Dios. Ésto es lo que define a la casa de Dios: El pueblo de Dios tiene su esperanza puesta en Dios. El pueblo de Dios tiene su confianza puesta en Dios. Ellos se aferran firmemente a Dios quien es el motivo de su gloria. Esa es la marca humana y la evidencia de que se pertenece a la casa de Dios. Si usted quiere estar seguro de que pertenece a la casa de Dios, pruébese y vea si su esperanza está puesta en Dios y si su confianza está puesta en Dios, y busque en Dios la seguridad y la felicidad de su futuro y la satisfacción de su corazón.
Vea otro detalle que apoya mi afirmación: en el versículo 1, los lectores son llamados "participantes del llamamiento celestial" Dice: "Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial. . . ". Así que el escritor asume que sus lectores ya son participantes del llamamiento celestial de Dios. Están atados al cielo. No solo son oidores del llamamiento; son participantes [partícipes] del llamamiento. Así que cuando pone un gran "si" en este versículo 6 - si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza en Dios- quiere decir: ustedes son participantes del llamamiento celestial, si son la casa de Dios, y la evidencia es que continúan perseverando en su confianza y esperanza en Dios, hasta el fin.
Vaya ahora hasta el versículo 14 para confirmar que ésta es la forma en que piensa el escritor. En el versículo 14 tenemos una declaración condicional muy parecida a la que aparece en el versículo 6: "Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos el principio de nuestra seguridad firme hasta el fin". Ser "partícipes de Cristo" en el versículo 14 es prácticamente lo mismo que ser "participantes del llamamiento celestial", en el versículo 1. Y en ambos casos es lo mismo que ser "la casa de Dios", en el versículo 6.
Pero fíjese ahora, con cuidado, en la redacción del versículo 14, porque es una fuerte confirmación de que estamos en el camino correcto. Dice: "Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos el principio de nuestra seguridad firme hasta el fin". La condición es futura: "si es que retenemos el principio de nuestra seguridad firme hasta el fin" Pero el efecto de la condición se relaciona con el pasado: "Porque hemos llegado a ser participantes de Cristo" (RVA). Así que es obvio que el énfasis aquí no es: retengan firme hasta el fin el principio de su seguridad para volverse, en el futuro, partícipes de Cristo. El mensaje es: retengan firme su seguridad para mostrar (probar, evidenciar, demostrar) que son partícipes de Cristo.
La Salvación no puede perderse
Ahora, este detalle es absolutamente crucial porque muestra que este escritor no cree que usted, en realidad, pueda ser partícipe de Cristo, participar en su llamamiento celestial, y ser parte de su casa, y luego perder esa salvación. Esto es tremendamente importante porque, Dios mediante, veremos otras partes de este libro que podrían interpretarse fácilmente como que significan que podemos perder nuestra salvación.
Pero hágase usted mismo esta pregunta: Si el versículo 14 dice: "Porque hemos llegado a ser participantes de Cristo [en el pasado], si [en el futuro] de veras retenemos el principio de nuestra seguridad hasta el fin", entonces, ¿a qué conclusión llegaríamos si no retenemos firme el principio de nuestra confianza (en el pasado)? Creo que la respuesta es: Entonces nunca hemos llegado a ser participantes de Cristo. Sería errado decir: "Si no retenemos firme nuestra confianza, entonces, aunque hayamos llegado a ser partícipes de Cristo, ahora perdemos nuestra parte en Cristo". Es lo opuesto a lo que dice este versículo. Dice que hemos llegado a ser partícipes de Cristo, y si no retenemos firme nuestra seguridad hasta el fin, entonces no hemos llegado a ser partícipes de Cristo. Si no retenemos firme nuestra seguridad no perdemos nuestra salvación; solo demostramos que realmente no fuimos salvos.
Manteniendo la seguridad
Todo el capítulo 3, y yo diría que todo en este libro, está escrito para animarles y capacitarles para que sean fervientes y vigilantes y enfocados en la pelea de retener firme la seguridad en Cristo. Permítanme mostrárselos para que puedan sentir cuán importante es este asunto para el escritor a los Hebreos. El escritor nos anima, una y otra vez, a perseverar en nuestra esperanza y a no desechar nuestra confianza, porque ésa es la evidencia viva de que realmente hemos llegado a ser partícipes de Cristo. Por ejemplo:
- Hebreos 2:1 -Por tanto, debemos prestar mucha mayor atención a lo que hemos oído, no sea que nos desviemos.
- Hebreos 3:6 -cuya casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza.
- Hebreos 3:14 - Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos el principio de nuestra seguridad firme hasta el fin. . .
- Hebreos 6:11-12 - Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para alcanzar la plena seguridad de la esperanza, a fin de que no seáis indolentes, sino imitadores de los que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas.
- Hebreos 10:23 - Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es el que prometió. . .
- Hebreos 10:35 - Por tanto, no desechéis vuestra confianza, la cual tiene gran recompensa.
- Hebreos 12:1 - Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.
La Fortaleza para perseverar proviene de Dios
Y a medida que llegamos al final del libro, él se deleita en bendecirnos y en recordarnos que la fortaleza para perseverar hasta el fin no es nuestra, sino de Dios. Ese es el mensaje de Hebreos 13:21.
[Ahora el Dios de paz] . . . os haga aptos en toda obra buena para hacer su voluntad, obrando El en nosotros lo que es agradable delante de Él mediante Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
La seguridad de los creyentes no yace en la ausencia de condiciones sino en las promesas de poder.
Pero nosotros experimentamos el poder de Dios a través de Cristo quien obra esta gracia perseverante en nosotros mediante las advertencias y promesas de la Palabra de Dios. Es por esta razón que se escribió este libro. Dios no obra nuestra determinación a perseverar sin que medie su Palabra. Él obra mediante su Palabra. Nuestra gran salvación y nuestro gran Salvador (que es la razón por la que se escribió este libro) son la inspiración que el Espíritu utiliza para que retengamos firme. Así que debemos considerar a Jesús (3:1), y no descuidar nuestra gran salvación (2:3). Este libro fue escrito para ayudarnos a lograr este objetivo.
Miremos brevemente, por tanto, cómo nos ayuda el escritor en Hebreos 3:7-19, y luego regresaremos nuevamente a este texto el próximo domingo.
Ejemplo y advertencia para perseverar
Su principal enfoque en estos versículos viene con una advertencia muy seria sobre la manera en que Dios obró en el pasado, es decir, sobre la manera en que lidió con Israel después que ellos salieron de Egipto, y a pesar de todo ese poder y misericordia a su favor, ellos tentaron a Dios con murmuración e incredulidad. El resultado fue que él les entregó a muerte en el desierto y juró que nunca entrarían en el reposo de Dios en la Tierra Prometida.
La idea es que el pueblo de Israel es un ejemplo, o una imagen, o un libro de lecciones, para estos lectores. Ellos habían sido tratados con gran misericordia mientras Dios les sacaba de Egipto mediante señales y maravillas. Y estas personas habían visto las señales y prodigios (Hebreos 2:4). Habían probado el poder del siglo venidero (6:5). El Espíritu Santo había estado obrando en medio de ellos y ellos habían participado de su poder (6:4). Todas estas experiencias son similares a las de los israelitas cuando salieron de Egipto. Y por un corto tiempo fueron muy felices y aparentemente seguros en Dios.
Pero no duró. Y es por esta razón que este ejemplo es tan importante para el escritor a los Hebreos. Él quiere que los cristianos profesantes permanezcan, perseveren. Porque esa es la única forma en que demostrarán que realmente son la casa de Dios, y que realmente participan en la salvación de Cristo. Así que dice, miren a Israel y no sean como ellos. Vea el versículo 8:
No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, como en el día de la prueba en el desierto, donde vuestros padres me tentaron al ponerme a prueba, y vieron mis obras por cuarenta años. Por lo cual me disgusté con aquella generación, y dije: “siempre se desvían en su corazón, y no han conocido mis caminos”; como juré en mi ira: “No entrarán en mi reposo.”
En otras palabras, ellos habían visto la gloriosa gracia de las obras de Dios; habían visto señales y prodigios y milagros de misericordia, habían probado el don celestial; pero en lugar de haber sido ablandados para confiar en Dios en el día de la prueba, cuando las cosas se pusieran difíciles, se endurecieron y se volvieron incrédulos, y no confiaron en la bondad de Dios, sino que murmuraron. El resultado fue que Dios estaba enojado y les desheredó de la Tierra Prometida.
Ahora, el mensaje es que esto es lo que nos sucederá, si (la gran condición de los versículos 6 y 14) endurecemos nuestros corazones en el día de la prueba y murmuramos contra Dios y desechamos nuestra confianza y nuestra esperanza en Dios. La historia de Israel es un ejemplo para la iglesia profesante. No traten a la gracia de Dios con desprecio, presumiendo recibirla como un escape del Egipto de miseria, pero sin sentirse satisfechos con ella como la guía y la provisión en el desierto de esta vida. ¡Oh, cuántos cristianos profesantes quieren la misericordia del perdón, para no ir al infierno, pero tienen corazones endurecidos contra el Señor en lo relativo a la comunión diaria con él!
Creer para vivir, no solo para escapar
Fíjese bien, el tema de la perseverancia no es, primeramente, un asunto de comportamiento. No pregunte en primer lugar: ¿Qué acciones quiere Dios que yo haga? El tema de este texto tiene que ver con el corazón. Es una cuestión de creer o esperar en Dios. Vea el versículo 10: "Por lo cual me disgusté con aquella generación, y dije: “siempre se desvían en su corazón”" ¿Por qué no entró el pueblo en la Tierra Prometida? Usted podría decir, ellos pecaron y se rebelaron, y murmuraron. Sí. Pero vea ahora cómo termina este escritor el capítulo. Versículo 19: "Vemos, pues, que no pudieron entrar a causa de su incredulidad". El pecado persistente a pesar de la misericordia de Dios es una señal de incredulidad.
Sí, el pueblo se amargó porque Dios los estaba probando (v.8); sí, ellos pecaron (v.17); pero por encima de todo estaba el problema fundamental: ellos no creían en Dios, es decir, ellos no confiaban en su bondad para guiarles, protegerles, proveerles, y satisfacerles. Aunque vieron cómo se dividieron las aguas del Mar Rojo y caminaron sobre la tierra seca, cuando se sintieron sedientos, sus corazones se endurecieron contra Dios y no confiaron que él les cuidara. Ellos clamaron en su contra y le dijeron que la vida en Egipto había sido mejor.
Este libro se escribió para prevenir esta situación. Oh cuántos cristianos profesantes comienzan con Dios, escucharon que sus pecados pueden ser perdonados y que pueden escapar del infierno e ir al cielo, y se dicen: "¿qué tengo que perder?, ¡creeré!" Pero en una semana, o un mes, o un año, o diez años, viene la prueba, una temporada sin agua en el desierto. Se aburren del maná, y crece en ellos un anhelo sutil por los efímeros placeres de Egipto, como dice Números 11:5-6: "Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, de los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; pero ahora no tenemos apetito. Nada hay para nuestros ojos excepto este maná”.
Esta es una terrible situación, encontrarse uno mismo sin interés en Cristo y su Palabra y sin interés en la oración y la adoración y las misiones y la vida para la gloria de Dios, y sentir que todos los placeres efímeros de este mundo son más atractivos que las cosas del Espíritu.
Si esta es su situación en esta mañana, entonces le ruego que escuche al Espíritu Santo hablándole en este texto. Preste atención a la Palabra de Dios (2:1). No endurezca su corazón (3:8). Reconozca el engaño del pecado (3:13). Considere a Jesús, el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra gran fe (3:1). Y retenga firmemente su confianza y la gloria de su esperanza en Dios (3:6).
Y si usted nunca ha dado el primer paso para acercarse a Dios, ponga entonces su esperanza en él. Aléjese del pecado y de la auto-confianza y ponga su confianza en un gran Salvador. Estas cosas fueron escritas (y este sermón es predicado) para que ustedes puedan creer y mantenerse firmes, y tener vida.